Decíamos ayer que vivimos una crisis financista, que consiste, en pocas palabras, en la emisión de dinero varias veces por encima de lo que precisa la economía real, con lo que el dinero en circulación asfixia a esa economía.

La otra consecuencia letal de la expansión monetaria de este capitalismo financista consiste en que, como se afirmaba en la genial película Uno, dos, tres, la base de este sistema financista es que todo el mundo le debe algo a alguien. A veces, le debe demasiado, esto es, más de lo que puede pagar.

Ahora resulta que la ciudad de Detroit se ha declarado en suspensión de pagos por eso mismo: debe más de lo que puede pagar. No es una buena noticia, claro está pero tiene algo positivo: la suspensión de pagos, o concurso de acreedores, es la forma más justa de resolver un endeudamiento imposible. Lo que sorprende es que el financismo hay resuelto que ningún banco puede entrar en concurso de acreedores, hay que salvarlos a toda costa, mientras una ciudad, o un Estado sí. El financismo salva a todos los bancos y deja caer a las ciudades.

Al parecer, los inversores importan más que los contribuyentes. Y no debería ser, porque sólo quien tiene cubiertas sus necesidades primarias, y además puede invertir para rentabilizar sus ahorros, puede ser inversor. Contribuyentes lo somos todos, lleguemos o no a fin de mes.

Eulogio López

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