Cuatro años después de la primera y con peor horizonte. No declararse en quiebra o no reducir riesgo de su deuda, se ha convertido en el primer mandamiento. Los mercados continúan imponiendo su ley y los políticos

El final de la crisis se ha ido prorrogando. Se estimaba que llegaría en 2009, después se prorrogó hasta 2011 y en estos momentos hay quien piensa que ni siquiera 2012 será mejor año para la economía mundial. El capítulo que vivimos ahora no afecta solo a los grandes bancos como ocurrió con Lehman, sino a la deuda soberana.

Se habla del riesgo de España, pero nuestra deuda en 2010 era equivalente al 60,10% del PIB, muy por debajo del 83% de Alemania, el 81,7% de Francia o el 80% del Reino Unido, por citar países con mejor imagen para los mercados. En Estados Unidos, la deuda ya supera el 100% del PIB, lo que le ha valido una rebaja en la calificación por parte de S&P.

En cualquier caso, las soluciones que se manejaron cuando eran los bancos, aseguradoras e hipotecarias los que estaban en problemas, contemplaban la posibilidad de dejarlos caer. Ahora que son los Estados los que pasan por su peor momento, la declaración de quiebra sigue siendo una posibilidad, pero a los gobernantes les entran sudores solo de pensar en un 'default' mundial. En países como España la deuda ha entrado en espiral, es decir, nos endeudamos para pagar las deudas anteriores. La opción que tomaría un particular en su sano juicio con respecto a su economía doméstica sería dejar de endeudarse y afrontar las consecuencias. En el caso de los gobernantes, estos no están dispuestos a pagar en las urnas. Han pedido dinero prestado para una larga fiesta y ahora no se atreven a parar la música, apagar las luces y decir a sus invitados que se acabó.

En paralelo, los mercados presionan. El BCE logró parar el lunes por la mañana la sangría de las primas de riesgo española e italiana comprando deuda periférica. La euforia duró apenas unas horas en las bolsas, que por la tarde cerraron una vez más con pérdidas, acentuadas este martes por el batacazo de Wall Street.

Este martes le toca el turno a Estados Unidos. Los analistas dan por hecho que la Reserva Federal (FED) mantendrá los tipos de interés, pero la clave está en el anuncio de nuevas medidas de liquidez a través de la tercera batería de Quantitative Easing (QE). Con la compra de deuda estadounidense, el presidente de la FED, Ben Bernanke, lograría controlar así el incendio que se está produciendo en Occidente. Sin embargo, estaría manteniendo la burbuja y animando a los especuladores a seguir jugando con las deudas soberanas. Al fin y al cabo, parece que para estos funambulistas siempre hay alguien dispuesto a tender una red.

Rodrigo Martín































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