Sr. Director:
En la exhortación apostólica Familiaris consortio, el beato Juan Pablo II indicó para la institución familiar cuatro deberes: "la formación de una comunidad de personas, el servicio a la vida, la participación social y la participación eclesial.

 

Todas ellas son funciones en cuya base está el amor, y es a esto a lo que educa y para lo que se forma una familia". Es precisamente "en la familia donde se aprende el comportamiento justo para vivir en el ámbito de la sociedad, también en el mundo del trabajo, de la economía, de la empresa, debe ser guiado por la caritas, en la lógica de la gratuidad, de la solidaridad y de la responsabilidad de los unos por los otros". Como recordó en su viaje pastoral a Ancona, la familia no es "la destinataria de la acción pastoral", sino que es "protagonista de ella".

"En la difícil situación que estamos viviendo -subrayaba-, asistimos, desgraciadamente, a una crisis en el trabajo y en la economía que se acompaña de una crisis en la familia: los conflictos de pareja, los generacionales, los ocasionados entre los tiempos de la familia, y por el trabajo, la crisis ocupacional, crean una compleja situación de malestar que influye en la misma vivencia social".

Es necesaria, por tanto, una nueva síntesis armónica entre la familia y el trabajo, donde la doctrina social de la Iglesia puede ofrecer una preciosa contribución.

Valentín Abelenda Carrillo