La crisis de Egipto continúa en stand by, mientras prosiguen las manifestaciones multitudinarias contra el presidente Mubarak. Después de ver el efecto que la revuelta popular provocó en Túnez, la siguiente en dar el paso fue Egipto. Otros países de la zona del Magreb también tienen insuflado ese virus. Pero todavía no hay grandes movimientos.

Pero el caso egipcio presenta muchos interrogantes y sobre todo genera cierto temor en Occidente. Ante esa situación las delegaciones en el extranjero son vitales y la diplomacia española, con la ministra de Exteriores a la cabeza, se ha puesto en marcha. Pero con tal éxito que uno piensa si no era mejor el ex ministro Moratinos que Trinidad Jiménez.

En un intento de calmar los ánimos, se supone, la ministra de ha convertido en portavoz de la diplomacia marroquí y ha ensalzado al régimen alauí. Ante el temor a una futura propagación de las revueltas a suelo marroquí, Trinidad Jiménez la ha descartado debido a las reformas democráticas del país y que hacen que la comparación entre las dictaduras de Túnez y Egipto con la de Marruecos totalmente desproporcionadas.

Marruecos inició ya hace algunos años un proceso de apertura democrática, ha afirmado, pero uno no se explica a qué se debe la constante salida de trabajadores marroquíes de su país, las críticas a la prensa española, así como la negativa a que estuvieran presentes en el conflicto de El Ayún.

Para la ministra hay que tener cuidado de no parecer que se está interviniendo en un proceso que está liderando la propia sociedad y por ello pide prudencia y respeto. Pero parece que cuando se han matado a 147 personas en Túnez a causa de la revuelta, y otras decenas de fallecidos empiezan a cubrir Egipto, la prudencia debe dejarse a un lado para evitar matanzas. Y el silencio no basta.

Pero quitando el papel de la ministra en esta crisis, que simplemente muestra la capacidad de los responsables españoles, surgen otros interrogantes.

Por un lado, el papel de El Baradei, del que Israel no se fía, por lo que prefieren al actual Gobierno, y del que nadie sabe qué puede hacer. Pero además, está la duda de cómo es que los Hermanos Musulmanes, el mayor partido de la oposición aunque estuviera prohibido por el gobierno egipcio, han permitido que cope el protagonismo. Y mientras Europa sigue a la espera porque tampoco sabe qué puede significar el cambio: si una mayor radicalización islámica en Egipto con la pérdida de un aliado como era Mubarak o simplemente un tiempo de caos hasta que la cosa se arregle sola.

Habrá que estar pendientes para ver cómo termina lo que puede haber sido sólo el inicio de un cambio. ¿Hacia dónde se irá?

Juan María Piñero

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