Decíamos ayer... que Ucrania tiene razones prácticas para debatirse entre su alianza con Rusia y su alianza con la Unión Europea.

Por ejemplo, en plena invasión del Ayuntamiento de Kiev por los europeístas, con enfrentamientos en las calle entre esos europeístas y las fuerzas del orden, de la siempre oportuna doña Angela Merkel, exige -los alemanes nunca aconsejan, exigen- dar una respuesta política a los manifestantes. Una intromisión en toda regla.

Para apoyar al más débil, ciertamente, pero no se apuren: Merkel quiere el IV Reich, no la Europa unida, por lo que seguirá dando lecciones de democracia a los 500 millones de europeos. Con ello, posibilita a Vladimir Putin a hacerlo propio sólo que en sentido opuesto.

La Unión Europea nació como un mercado común pero también como una unidad de países cristianos. Y eso significa que la 'ideología política de la Iglesia' no es otra cosa que la de la sacralidad de la persona. Ahora Merkel quiere crear un mercado común bajo el imperio alemán. Es lo único que le importa porque las cuestiones éticas le traen al pairo.

Pero no ocurre así en Rusia. La Unión Soviética fue el país más abortero del mundo -sólo superado por otra tiranía, la China- durante 70 años. No han prohibido el aborto, ciertamente, pero ahora Putin suprime la publicidad de los abortorios y, además, les exigirá que hablen a las potenciales usuarias de otras alternativas. Esto es, de la alternativa de no matar a sus hijos. En plata: Moscú le da lechones de humanidad y de ética a Berlín: "Cosas veredes, amigo Sancho".

Así que Ucrania lo tiene complicado. En teoría debería optar por Europa Occidental, cuna de libertades, pero dominada por la progresía liberticida y homicida. O Moscú, que viene de una dictadura y todavía conserva rasgos tiránicos, pero que no es progre y aún cree que la verdad existe, y con ella lo bueno y lo malo. Sinceramente, si fuera ucraniano no sabría por cuál optar.

Eulogio López

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