• Porque ya sabe que del enaltecimiento del terrorismo se puede pasar, demasiado rápido, a la bomba suicida. Para el suicida, cárcel, para el propagandista, expulsión del país.
  • Margallo: "Tenemos una diplomacia del siglo XIX: 10 consulados en Francia y tres en china".
  • Ley del Servicio Exterior: Si la Generalitat quiere embajadas que utilice las españolas, y se ahorrará un dinero.
  • Ley de Seguridad Privada. Un sector de 80.000 trabajadores, que le sale muy barato al Estado como mal sustituto de la policía.
  • Siria. Como siempre, Margallo acierta en el diagnóstico y falla en la terapia.

El juez Eloy Velasco que certificó la expulsión de islamistas indeseables catalanes nos ha hecho a todos un gran favor, también al ministro del Interior, Jorge Fernández. Sí, les ha dejado en libertad provisional y les ha retirado el pasaporte, pero ha animado a la policía a preparar su expulsión del país.

Para entendernos, se puede ser condenado por terrorismo islamista, en cuyo caso te espera la cárcel, o se puede ser condenado por exaltación del terrorismo, en cuyo caso es muy probable que salgas mejor librado. Ahora bien, en su condición de inmigrantes, el juez Velasco anima a librarse de tan indeseables huéspedes. Porque, además, nunca sabes cuándo van a dar el salto de la propaganda lava-cerebros a la bomba aplasta-cerebros.

Lo comentaba Jorge Fernández Díaz (en la imagen junto a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y Margallo), tras el Consejo de Ministros del viernes 14, que aprobaba dos anteproyectos: Proyecto de Ley del Servicio Exterior del Estado y el de la Ley de Seguridad privada.

La rueda de prensa de Moncloa comenzó con dos lapsus de una vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, aquejada de afonía -feroz, en su caso-. La vice se refirió a la reforma del cuerpo diplomático, a la necesidad que imponía un servicio exterior cada día "más competitivo" para corregirse de inmediato y hablar de una diplomacia cada día "más compleja". Que no es lo mismo.

Le acompañaba el jocoso titular de Exteriores, García Margallo y el pasional ministro del Interior, precitado Jorge Fernández Díaz.

Ley de Reforma del Servicio Diplomático. Primer objetivo, originalidad enorme: reducir costes. Margallo explica que, en el siglo XXI, tenemos una diplomacia del siglo XIX: diez consulados en Francia por dos en la India y tres en China, justamente cuando "el centro del poder se traslada al Pacífico… con Latinoamérica" (al parecer el responsable de nuestra diplomacia tiene miedo a decir Hispanoamérica) como zona emergente.

El anteproyecto no gusta ni a los diplomáticos, gente acostumbrada a trabajar poco y vivir como reyes, por la precitada reducción de costes. Ahora van a tener que doblar el lomo, algo impropio de caballeros. Tampoco gusta a la Generalitat, porque el romanticismo somatén quiere poseer embajadas propias. Así que Margallo, de forma voluntaria, sólo les exige que si quieren montar su propio Servicio exterior que lo hagan, pero antes deben informar al Gobierno central, quien les aportará otras soluciones más baratas. Por ejemplo, integrarse en las delegaciones españolas. No se les prohíbe, no: simplemente se les obliga a retratarse y a someter al juicio sumarísimo de la opinión pública el coste -para la opinión pública- de su propia diplomacia. Muy desalentador.

Margallo no da puntada sin hilo, aunque le pierda su carácter prepotente: asegura que España es un "Estado complejo", una forma de decir a los catalanes que dejen de incordiar. Y, tras reconocer que el Instituto Elcano es el cerebro gris de nuestra política exterior (ya lo sabíamos pero hasta ahora no lo había reconocido el ministro del ramo), recuerda que la política exterior de España "tiene que ser única: un país, una política exterior".

Turno para el anteproyecto de la Ley de Seguridad Privada del Ministerio del Interior. Hablamos de un sector de 85.000 trabajadores (mal pagados, pero esa es otra cuestión) y de 1.500 empresas. 271 vigilantes por cada 100.000 españoles, menos que en Europa. Y muy baratos para el Gobierno: cuantos más haya menos policías se necesitan, presuntamente, claro está, porque la seguridad privada es, ante todo, disuasión, no eficiencia. Pero estamos en era de recortes.

Eso sí, habrá seguratas y detectives de investigaciones, con dos regulaciones distintas.

Por cierto, la antaño inexistente video-vigilancia privada en espacios públicos ha pasado a ser un fenómeno de tal magnitud que, según Fernández, exigirá una ley específica. A fe mía que sí, porque vivimos en una sociedad rodeada de cámaras, en un permanente atentado contra la vida privada. El Gran Hermano no es el futuro, es el presente. Un poco menos guarro pero igualmente impúdico.

Por cierto, gran cabreo del ministro Fernández con el Gobierno vasco. En concreto, con su estudio, según el cual la policía provocó la muerte de 90 vascos durante los años de lucha contra ETA. El titular de Interior defendió a su policía y recordó que "el foco debe ponerse en la disolución de ETA. El 20 de octubre de 2011 aseguró que dejaba de matar pero no se disolvió. Y lo hizo porque el Estado de Derecho ha derrotado a ETA. Y en vanguardia de esa lucha ha estado la Guardia Civil y la Policía Nacional y el testimonio ético de la víctimas del terrorismo, que nunca se han tomado la justicia por su mano".

Y más: "no tiene sentido una organización terrorista que deja de matar pero no se disuelve". Y respecto a unos criminales que han ocasionado 900 asesinados y más de 2.000 heridos con secuelas, "el Gobierno no ha negociado ni va a negociar con ETA. No habrá impunidad para nadie".

Volvamos al ministro García Margallo, un hombre que habla claro y bien pero al que la fuerza se le va por la boca. Los periodistas le preguntan por Siria, justo cuando Estados Unidos se dispone a armar a los rebeldes. Como siempre, el diagnóstico de Margallo es incontestable: "La situación en Siria empeora por momentos y se acelera. Hablamos de 93.000 muertos y 3,5 millones de refugiados en el exterior".

Margallo recuerda que allí combate la Guardia Revolucionaria iraní, Hezbolá y yihadistas de todos los países. Pero en todos los bandos, ministro, y, en el bando rebelde, los más fanáticos, suníes y salafistas de tronco wahabita. Y los que sufren son los cristianos.

Falla la terapia: ¿Armar a los rebeldes del Ejército Sirio de Liberación Pero si son los peores. Al parecer, ni Margallo ni la diplomacia occidental han aprendido nada de Libia o de Egipto. Lo que se dice nada.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com