Sr. Director:
España está dando un giro copernicano: del estado del bienestar, a la pobreza de muchos.

 

Las cifras de parados nos produce dolor y cierto temor, máxime cuando se oye que eliminarán los 426 E. de prestación por desempleo, que son de justicia, pues todos tienen derecho al trabajo y al salario (art. 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos). Ante esta situación, me atrevería a decir, a los cristianos, que reflexionemos sobre nuestra identidad y seamos auténticos, que nos fijemos en un par de parábolas del Evangelio: la de el rico insensato (Lucas 12, 16-21), que se echó a dormir  pensando en ampliar sus graneros pero Dios le llamó insensato pues esa misma noche le iban a pedir el alma, y en la de El rico Epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16, 19-31), que banqueteaba olvidado de los pobres. No nos escudemos en el Gobierno.

La Beata Teresa de Calcuta sugería: dar hasta que duela, mientras la Biblia sentencia: el que tenga mucho, que dé mucho; el que poco, que dé poco, pero siempre da (libro de Tobías). ¿Cómo? Benedicto XVI nos alecciona: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo (Deus cáritas est).

Yo conozco a gente sin ahorros que comparte con los pobres lo poco que tiene, y a un parado de Valladolid que ha acogido en su casa a un matrimonio sin recursos que espera un hijo.

Josefa Romo