La gente está cabreada por el Gobierno Rajoy pero no quiere hacer huelga general. Esta es la conclusión que puede sacarse de las primeras horas de huelga general, convocada por dos sindicatos, CC.OO. y UGT, pendientes de su propia supervivencia.

El problema de los sindicatos en España es triple.

El primero, los dos grandes son centrales políticas, que viven del erario público y que hacen política sin pasar por las urnas. Las elecciones sindicales son de coña y su poder no sólo depende de las mismas sino de la posibilidad de colocar representantes al margen de esas elecciones de coña. Su única posibilidad para mantener su influencia consiste en chantajear con huelgas a todo el sistema productivo y también al Gobierno. En plata: UGT sigue siendo el sindicato del PSOE y CC.OO. el del Partido Comunista de España (PCE), hoy integrado en Izquierda Unida.

Y así llegamos al segundo problema: España es un país donde el proletariado es absolutamente marginal. Como todo Occidente más que clases hay hoy una sola clase: las clases medias. La brecha ya no es económica, sino cultural. Desgraciadamente, no es que los proletarios se hayan convertido en propietarios sino que se han convertido en proletarios de alto 'standing'. En sentido económico, sólo hay dos clases: los que tienen trabajo y los que están en paro.

Es decir, que CC.OO. y UGT ya no representan a nadie salvo a las empresas grandes, sean públicas o privadas, donde siguen viviendo del poder que les fue otorgado en el pasado. Entre pymes, autónomos,  profesionales, y en especial entre los jóvenes de la nueva generación, no tienen nada que decirles. Es más, esos tres colectivos les tienen mucha manía, más que la vieja patronal.

Por último, Méndez y Toxo van en contra del modelo social que se va abriendo paso -y que tiene sus problemas, no se crean-. Ese modelo puede resumirse así: despido libre y salarios dignos, comenzando por un digno salario mínimo que es el que indicia todos los demás. Por contra, los viejos 'rockeros' del sindicalismo están pendientes de vetar el despido, un atentado contra la propiedad privada y contra el sentido común, y a cambio de seguridad en el empleo aceptan la llamada moderación salarial, que es lo que no deberían aceptar. Hasta que CC.OO. y UGT no se metan en la cabeza que el empleo fijo ha dejado de existir -y además es injusto- y que donde hay que echar el resto -sobre todo en España- es en subir los salarios bajos, no hay nada que hacer. Menos subsidios y más salarios es el cambio que se espera de Gobierno, patronal y sindicatos.

Ya pueden convocar todas las huelgas que quieran que sólo a costa de violencia podrán imponerlas en un mundo de cuentapropistas.

Eulogio López

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