Sr. Director:
Toda persona al nacer contiene en su ser los conceptos puros de libertad, justicia y solidaridad.

 

De forma innata las personas sabemos diferenciar lo justo y lo injusto, ansiamos ser libres, incontrolados y por supuesto simpatizamos con nuestros semejantes, somos buenos y justos, solidarios con quienes viven nuestras propias desgracias.

Los conceptos de justicia, libertad y solidaridad no se enseñan, no los aprendemos, vienen unidas a nuestro propio sentimiento de la vida, a nuestro concepto de la propia existencia.

La cuestión reside entonces en el motivo que nos hace ser egoístas, el por qué aun sintiendo que obramos mal, que nuestros actos pueden contradecir nuestra propia moral, los llevamos a término para complacer nuestra propia vanidad, ego o codicia.

Luego la razón por la que contradecimos nuestros principios naturales es que hiper desarrollamos el egoísmo propio de nuestra naturaleza.

Si conseguimos controlar el yo (poseedor, posesivo y avaro) y lo supeditamos al todos, al nosotros, seremos verdaderamente libres.

Debo considerarme a mí mismo como algo más que mi propia persona. Porque es evidente que mi felicidad no depende (ni siquiera en un mínimo porcentaje) de mí, sino de aquellos que forman parte de lo que simboliza mi vida.

No debemos alimentar aquello que nos aleja de nuestros instintos naturales de bondad, no podemos fomentar nuestra propia vanidad.

La siguiente premisa sería entonces, preguntarnos de dónde procede ese egoísmo vanidoso que nos impide alcanzar las bases naturales de nuestra propia felicidad.

La respuesta es simple y evidente: el egoísmo es consecuencia directa de la posesión y ésta no existe sin la compra previa del objeto o servicio del que uno se considera poseedor.

Y es evidente que una compra no es posible sin dinero.

El deseo, el ansia, la angustia, el esfuerzo que ese dinero representa, adormece nuestros altruistas instintos naturales y fomenta nuestros egoísmos y envidias.

Por tanto mientras exista el dinero será imposible que las personas seamos libres e iguales.

J. Dolores