Sancionar a los mayores y chivarse de los menores. Esta es la línea directriz del II Plan contra la Explotación Sexual de la alcaldesa de Madrid, Ana Botella (en la imagen). El Ayuntamiento de la capital de España ha optado por la políticamente correcta -y feminista- norma escandinava (y holandesa) de intentar terminar con la prostitución multando a los clientes y chivándose a los padres de los menores que paguen por mantener relaciones animales -perdón, sexuales- a cambio de dinero. Es la tendencia, feminista y, por tanto, irracional, a pensar que la mujer no tiene culpa de nada mientras que el hombre la tiene de todo, en particular de todo lo malo que le ocurre a la mujer.

Me parece estupendo, doña Ana, pero no servirá para nada, como no sea para reducir mínimamente la deuda municipal. Mire usted, alcaldesa, con la prostitución sólo se acaba terminando con los proxenetas y con las prostitutas, porque vender el propio cuerpo es una actividad de suyo repugnante. La explotación sexual es lamentable pero también lo es la prostitución sin explotación, lo que podríamos llamar el libre mercado del sexo.

Y la alcaldesa lo ha sufrido en carne propia, porque años atrás, cuando no había entrado en el proceloso túnel del cinismo político -era más joven- intentó eso mismo: lideró un plan municipal que ofrecía a las prostitutas ayuda, bien para repatriarse, bien para encontrar un oficio más saludable en España, así como para protegerlas de los chulos que las esclavizaban. Pues bien, los resultados nunca se hicieron públicos pero fuentes del proyecto me confesaban que no habían alcanzado su objetivo ni el 2% de los casos. Resulta que las coimas no querían dejar de serlo. Pero no todo lo que es bueno resulta fácil. De hecho, la excelencia suele resultar ardua. En plata, lo que tenía que haber hecho Ana Botella era no renunciar a su primera y loable estrategia: ayudar a la prostituta a abandonar tan deleznable ocupación.

Aquí opera la misma confusión que cuando se comparan las colonizaciones anglosajona y española. Se dice que la primera fue un éxito porque dio lugar a los pujantes Estados Unidos (siempre se olvidan otras colonizaciones británicas menos pujantes, como la de la India), mientras la hispana produjo países tercermundistas. Sin entrar en la veracidad de esas comparaciones -y podríamos entrar- lo cierto es que la colonización anglosajona no fue tal. Consistió en el genocidio de los indígenas y su sustitución por pioneros ingleses. Por el contrario, los españoles intentaron elevar al indígena, hasta el punto de fusionarse con ellos en una raza mestiza, llamada hispana. El balance puede ser -a día de hoy- menos exitoso que el inglés, pero eso es sólo porque resulta más fácil exterminar que educar.

Además, las feministas -recuerden el colectivo 'Hetaira'- consiguieron otro de sus grandes triunfos: que las hetairas se enorgullecieran de serlo. Toda una victoria contra los viejos tabúes morales.

Concluyendo: con multas a los clientes a lo mejor se reduce el negocio, pero es como si el presidente Obama hubiera prohibido, no la venta de armas de fuego militares, sino la compra. ¿Un poco absurdo, no les parece Si prohíbes la compra prohíbes también la venta, y viceversa.

Y la prostitución tampoco acabará, o tampoco se reducirá al lumpen, mientras sigamos alabando la pornografía y si, a más a más, seguimos separando sexo de amor, eso que hemos llamado banalización del sexo, uno de los fenómenos más inquietantes de nuestra época.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com