La investigación, la generación de la transición, entre el trabajo y la jubilación, desvela que hace milenios de años, el modelo familiar incluía no sólo a un padre y a una madre, que se ocupaban de la buena crianza de los hijos; también había una abuela que les ayuda en la tarea.

 

Los abuelos trabajan de sanitarios, guardianes y preceptores de sus nietos. Hacen posible que muchas mamás se puedan integrar al mercado de trabajo. Algunas familias marchan mejor gracias a los abuelos. Y en tiempos de inestabilidad económica, estos gestos tienen mayor importancia.

Uno de los datos más preocupantes del censo, en Estados Unidos, es el creciente número de menores que han de ser sustentados por sus abuelos: 2,4 millones de abuelos se encargan del adiestramiento de 4,4 millones de nietos. El semanario The Economist informa que un tercio de estos abuelos, cabeza de familia, no habían terminado la enseñanza secundaria y que el 62% no habían pasado por la universidad. El 70% sobrepasaba los 50 años, mientras que el 70% de los menores tenía alrededor de 11 años. 

La Academia Americana de Psiquiatría para Niños y Adolescentes explica las causas de esta sobrecarga para los abuelos: aumento de familias con un solo padre, alta tasa de divorcios, embarazos de adolescentes, incapacitación de los padres por prisión, alcoholismo, consumo de drogas y violencia doméstica.

Los abuelos se enfrentan al desgaste psíquico y físico que les supone fatigarse con chicos especialmente difíciles por provenir de hogares rotos o conflictivos. El estrés y la fatiga, ligados al trabajo que origina la responsabilidad, son los principales indicios del síndrome de la abuela esclava.

Existen programas dirigidos a la ayuda de los abuelos que deben educar a sus nietos. El servicio más demandado es una prestación económica para que puedan contratar un asistente temporal durante las vacaciones. Aparte de estas ayudas, deberíamos erigir un monumento a los abuelos.

Clemente Ferrer

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