Tiene nombre de consola de videojuegos, PSD2, pero es otra cosa: es la segunda Directiva de servicios de pago. ¿Y cómo clasificaríamos a esta norma? Pues como más le gusta a los eurócratas que la han elaborado, como una ‘revolución’. Ya saben que, desde que nos gobiernan los revolucionarios, no paramos de disfrutar de revoluciones y de “momentos históricos”. De tantos, que comienza uno a estar cansado. Un poquito de tradición y de aburrimiento comienza a ser necesario para nuestra salud mental.

La PSD2 amenaza desde el poder con transformar la banca, más allá de lo que lo hacen las fuerzas del mercado… y en eso se equivoca. A la banca, como a cualquier industria, la transforma la realidad que, en su caso, se despliega en el mercado por culpa de los avances tecnológicos. Los eurócratas van detrás queriendo ponerle si no puertas, al menos lindes, al campo, como si el campo no fuera un continuo por mucha frontera que definamos. Los eurócratas creen que con su trabajo pueden transformar algo y razón no les falta, pero a peor.

Empresas entre 20.000 y 125.000 euros de capital: cualquiera puede fundarlas y competir con Botín y FG 

¿Pero de qué va la PSD2? Intentaré explicárselo de manera sencilla. Se trata, básicamente, de regular la aparición de nuevas figuras de entidades que, gracias a los avances tecnológicos, puedan realizar un servicio que hasta ahora prácticamente sólo hacen los bancos pero que no constituye la actividad reservada que les concede la ley. Más sencillo: lo que los bancos pueden hacer pero nadie más, porque así lo reconoce la ley, es custodiar dinero, efectivo, líquido… como quieran llamarlo. Es su privilegio, porque el dinero que custodian pueden prestarlo como si fuera de ellos y ya saben de los problemas que esto genera cuando todo el mundo quiere recuperarlo a la vez. Ahí tenemos al Popular y casi casi al Sabadell y La Caixa. Nadie puede hacer esto. Uno puede prestar su propio dinero o el que toma en préstamo, pero no el que se le entrega en depósito, es decir: a la vista, por la sencilla razón de que sólo los bancos pueden endeudarse a la vista. ¿Y cuál es ese servicio que se pretende que hagan otras entidades distintas de los bancos? Pues muy sencillo: el servicio de pago. Esta actividad la desarrollan los bancos pero no les está reservada y la tecnología actual permite que la puedan realizar otros.

Imagine que llega usted a una tienda de corbatas para adquirir una magnífica para el eximio director de este diario digital. No repare en gastos, el hombre se lo merece. A la hora de pagar no necesitará una tarjeta de crédito o de débito, ni física ni de las que se cargan ahora en los teléfonos móviles. En un aparato tal vez parecido al datafono actual, usted podrá conectarse a un PSIP (Proveedor de servicios de iniciación de pago), al que con unas claves, y tal vez una prueba de identidad biométrica, por ejemplo esa huella dactilar con la que ya desbloquea el móvil, le indica que quiere realizar un pago al corbatero. El PSIP podrá acceder a un AISP (Proveedor de servicios de información de cuentas) que le indicará los saldos de todos y cada uno de los depósitos bancarios a la vista que usted tiene EN TODOS LOS BANCOS así como los límites no dispuestos de lo que antes eran sus tarjetas de crédito EN TODOS LOS BANCOS. Usted elige con que saldo quiere pagar y el PSIP, tras comprobar que es suficiente, le dice al banco elegido que transfiera de manera inmediata el dinero a la cuenta del vendedor. El PSIP también puede ser un banco, pero entonces se llama Proveedor de servicio de pago gestor de cuenta (PSPGC). Lo importante son los PSIP que pueden tramitar órdenes de transferencia entre cuentas de clientes accediendo a la posición financiera líquida del pagador en todos los bancos a través de los AISP pero que, en ningún momento, recibe el dinero del ordenante para hacerlo llegar al beneficiario.

En España, los dos grandes, Santander y BBVA, lideran la batalla: nadie quiere permanecer como mera entidad de depósitos

La PSD2 entró en vigor a comienzos de 2016, pero como es directiva y no reglamento, es decir: como no es de aplicación directa a los Estados miembros, no ha desplegado sus efectos hasta el 13 de enero de este año.

Esto ha afectado a muchas compañías no bancarias que ofrecían en internet contenidos de terceros que no cobraban directamente de los usuarios, sino de los emisores de sus tarjetas o de los operadores de telefonía, y que luego liquidaban a los propietarios de los contenidos. Les ha afectado porque se les ha conminado a obtener licencia de Entidad de Pago, que es el genérico para todas estas figuras. Así que el sector tecnológico se ha visto sorprendido cuando han visto a la EBA entrar en su sector virtual y comenzar a emitir normas y guías, como tanto le gusta al supervisor bancario,  porque supervisar lo que se dice supervisar lo hace poco y mal, pero publicar se le da de cine.

Los bancos necesitan no dejarse arrebatar el servicio de pago por operadores no bancarios, pero lo tienen muy difícil. Lo tienen muy difícil porque un PSIP requiere un capital muy bajo, entre 20.000 y 125.000€ dependiendo de los servicios que preste, aunque requiera mucha inversión en tecnología que siempre será muy inferior a la que ya mantienen ellos. Además están obligados a admitir a los AISP para dar la información agregada sobre todas las posiciones líquidas del cliente y a partir de ahí aceptar las órdenes de los PSIP, porque las hacen en nombre de sus clientes. Finalmente el cliente se identificará con estos dos, más que con el banco en que deposita sus ahorros.

Pero recuerden: es la realidad la que transformará al sector, no las normas

Así que comenzamos a entender el miedo de FG a la transformación digital a la que dice que tiene sometida a BBVA o el esfuerzo de Santander en liderar la tecnología de los medios de pago.  O se convierten en Amazon, que aparenta antes sus usuarios que es el vendedor, cuando en realidad es sólo un proveedor de un servicio de búsqueda, distribución y cobro, o Amazon, que de esto sabe más que ellos, les dejará reducidos a los almacenes donde están los servicios que sus clientes le solicitan y él busca, entrega y cobra.