El bitcoin, como el oro, o cualquier medio susceptible de ser usado como moneda tiene importantes limitaciones para la financiación del déficit público: no es susceptible de ser emitido por un deudor para pagar sus deudas, como sí pasa en el caso de una divisa para un deudor soberano que se endeuda en la misa.

Además, el bitcoin tiene limitada su capacidad de crecimiento hasta un número máximo (21 millones de unidades) por lo que una vez alcanzado no podrá ser incrementado. Esto debería hacer que como medio de intercambio su valor creciese si lo hiciera la producción de bienes y servicios (el PIB mundial) y, por lo tanto, que los precios bajasen para los tenedores de bitcoins o, dicho de otro modo, que las series de precios calculadas en bitcoins arrojasen tasas negativas, es decir: deflación.

Y ya saben ustedes lo poco que le gusta al consenso socialdemócrata la deflación. Esto no pasa ni con el oro, cuyas series de precios son deflacionistas porque crece menos que la producción mundial pero, en un momento dado, podría crecer más si encontrásemos grandes reservas en algún sitio lo que provocaría una inflación de precios medidos en dicho metal.

A los Estados les gusta la inflación, como a cualquier deudor

A los Estados les gusta la inflación como a cualquier deudor porque licúa su deuda como un cubo de hielo. Seguro que algunos de nuestros lectores más veteranos en la vida, que no en la fidelidad a nuestro medio, recuerdan como las deudas de finales de los 70 y comienzos de los 80 en España casi desaparecieron en términos reales gracias a las inflaciones de dos dígitos.

A los bancos les preocupa por muchas más cosas. La primera como franquiciados de un banco central en un área monetaria. En bitcoins no creo que se atrevan a emitir depósitos a la vista contra la concesión de créditos a plazo. Más que nada porque correrían mucho riesgo si los depositantes decidieran retirar su depósito, lo que no pasa ahora que tienen derecho a pedirle al emisor de la moneda, el correspondiente banco central, que les auxilie.

Los bancos tienen derecho a pedirle al emisor de la moneda, el correspondiente banco central, que les auxilie

Sin embargo, como prestamistas netos que son, prestan más que reciben, el bitcoin por deflacionista les favorece: su patrimonio crecería por el mero transcurso del tiempo siempre que la economía lo hiciese. Claro que eso es así si estás muy seguro de la calidad del crédito que tienes concedido porque si tienes muchas dudas de la solvencia de tus deudores, una buena inflación puede salvarte al volatilizar tus obligaciones con los depositantes.

De hecho, la política de tipos bajos o expansión monetaria que vivimos tiene como fin por parte del BCE salvar a los bancos y a los estados de los efectos de la última crisis pero tiene el mismo peligro que apagar fuego con gasolina: es técnicamente posible pero muy difícil porque hay que tirar el combustible sobre las llamas con mucha fuerza, de manera que asfixie la combustión. En caso contrario, es peor.

La política de tipos bajos o expansión monetaria del BCE busca salvar a los bancos y a los Estados pero es como apagar fuego con gasolina

Así que nos intentarán convencer de la necesidad de regular el bitcoin, cuando su gracia, como la del sexo, está en su falta de regulación aunque eso entrañe muchos riesgos. Son unos puritanos.