Una vez más la edición de este año de los premios ¡Bravo!, que concede la Conferencia Episcopal Española (CEE) no ha defraudado. Concedidos con los mismos criterios de años precedentes, y por aquello de que José Luis Restán es uno de los miembros del jurado, bien se podría afirmar que los premiados están en "línea COPE", que es tanto como decir cortados por el patrón que ha impuesto a fuego y despido Fernando Giménez Barriocanal en los medios de comunicación de la Conferencia. Porque la bravura evangélica del montaje de los premios ¡Bravo! no es que evoque la de los toros que corren por la calle de la Estafeta de Pamplona en los primeros días de julio, es que ya quisieran tener la casta y el trapío de los bueyes que los acompañan, porque estos grandotes cornúpetas, con el ejemplo de lo que ven en los toros y recordando lo que ellos mismos fueron en su día, de vez en cuando sueltan algún derrote. No, los premios ¡Bravo! ni traen a la memoria a los cabestros del encierro, ni mucho menos a los toros bravos. Más bien recuerdan a aquella hembra de la ganadería vacuna que salió tan casquivana que los bachilleres de mi época, con el "chunda chunda de Sainz de Baranda", le cantábamos coplas como esta: "la vaca de Eleuterio ha sido sorprendida en adulterio, por eso los toros, a la vaca disipada, la maltratan a cornadas". Y ya puestos a mencionar canciones de la infancia y la juventud, lo de los premios ¡Bravo! también concuerda con aquella otra que comenzaba con lo de "el patio de mi casa es particular" y concluía con lo de "a estirar, a estirar, que el demonio va a pasar". Sin duda, lo de aspirar a un ¡Bravo! es algo todavía más particular y exclusivo que lo de Juan Palomo, porque como no estés dentro de la cuota aprobada por el sistema clerical, no es que ni te lo guisas, ni te lo comas, es que no te van a permitir ni tan siquiera acercarte a la cocina para saber a qué huele la receta. Así, por ejemplo, a Julián del Olmo, que es un cura descorbatado que aparece en la tele, el año pasado ya le dieron el premio Manos Unidas, de modo que con este ¡Bravo! aumenta su colección de laureles clericales. A Pepe Domingo Castaño se lo han concedido —según acta del jurado— "por su capacidad creativa en la comunicación radiofónica", y como es sabido su empuje creador se despliega… ¡en la COPE!
algunos por sus declaraciones dan a entender que su aportación doctrinal, más que en estado sólido, se encuentra en estado líquido y en alguno de ellos en estado gaseoso, tirando a flatulento
Pero vayamos a lo primero: a la bravura doctrinal. Veamos la casta y el trapío de los galardonados y, de paso, del jurado. La norma número 2 que convoca estos premios dice lo siguiente: "Con este galardón se reconoce, por parte de la Iglesia, la labor meritoria de todos aquellos profesionales de la comunicación en los diversos medios, que se hayan distinguido por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos". En cuanto a los otorgantes de los ¡Bravo!, me admitirán que resulte comprensible que cuando se conoce a alguno de los miembros del jurado, se le haga a uno cuesta arriba admitir que estas personas sean el oráculo de la Iglesia. Y en cuanto a los agraciados y a lo del servicio a los valores evangélicos, algunos por sus declaraciones dan a entender que su aportación doctrinal, más que en estado sólido, se encuentra en estado líquido y en alguno de ellos en estado gaseoso, tirando a flatulento. Íñigo Pírfano, galardonado por su proyecto musical solidario, tiene un concepto de la familia que suena bien, pero la cuestión es que cuando esta institución está tan atacada y hay que defenderla sin complejos y con claridad, el artista desenvaina un concepto de la familia que es como lo del bocadillo de jamón pero sin jamón, que suena a jamón pero solo sabe a pan. Esto es lo que dice el maestro: "La educación de los hijos y la dirección de una orquesta tienen mucho en común, porque son dos ejercicios de liderazgo. Un director de orquesta tiene que enamorar a sus músicos con su visión de las cosas y un educador tiene que enamorar a sus hijos o alumnos también con esa visión de la vida". Y en cuanto al sentido de la muerte de Pepe Domingo Castaño seguro que va a ser objeto de tesis doctorales en alguna Facultad de Teología, porque su hondura intelectual es profundísima y da, por lo menos, para media docena de tesis doctorales, ya que a diferencia de Santo Tomás, que hablaba de Metafísica porque no tenía los pies en el suelo, lo que dice Pepe Domingo Castaño es filosofía extraída de su experiencia vital: "El día que no salga por la noche soy hombre muerto. La juerga sirve para revitalizar el cuerpo".  Premio Bravo. Y en cuanto a lo de "a estirar, a estirar que el demonio va a pasar", también tiene su fundamento y no lo traemos aquí sin venir a cuento. Sin duda que referirse sin respeto a la Sagrada Hostia, como en más de una ocasión se ha escuchado en los programas de deporte de la COPE, es más del agrado de los demonios que de los ángeles. Pero ante la pasta que ingresa Pepe Domingo Castaño y su equipo de parte del episcopado, a algunos esto les puede parecer disculpable. Por lo demás, parafraseando el refrán, es cierto lo de "dime a quién premias y te diré quién eres", pues, de alguna manera, cuando les premias asumes como propio lo que ellos, los galardonados, hacen y son. No hay nada, no ya tan anticatólico, sino tan antirreligioso, como sustituir la moral objetiva por la moral sociológica, según la cual los mandamientos del Creador deben retirarse para poner en su lugar la real gana de cada uno, que al final siempre se convierte en las órdenes que dictan los que mandan. Lo presentan como innovador y moderno, pero es el antiquísimo "seréis como dioses", tan viejo como el principio de la historia de la Humanidad. Pues este es el esquema mental de otro de los premiados, el presentador de televisión Sergio Martín, quien apuesta por cada ley que atenta contra la familia o la vida y lo justifica con el argumento de que la sociedad siempre va por delante de las leyes. Es decir, que a ver si hacen de una vez por todas una ley un poquito más progre en la dehesa, que reconozca que la vaca de Eleuterio ya va por delante y no hace otra cosa que superar las barreras represoras que la han impuesto los que le impiden realizarse. Así es que ya puestos, y en correspondencia al modelo moral que les inspira, lo lógico sería que los miembros del jurado le dieran otro premio ¡Bravo! a la vaca del Eleuterio. Javier Paredes javier@hispanidad.com