Se estrenaba esta semana con dos noticias políticas que se habían cocinado, una en los diarios  ABC y El Mundo y otra en la sede de la Conferencia Episcopal Española (CEE). En el primer caso, la encuesta de intención de voto publicada por los periódicos tuvo una gran repercusión: Macroncito II, Albert Rivera, le había mojado la oreja a Mariano Rajoy y, de seguir así la tendencia, dicen que los naranjitos le van a merendar el zurrón a las gaviotas madrileñas de la calle Génova. Lo ocurrido en la sede de la Conferencia Episcopal fue menos conocido, porque para algo se hizo a cencerros tapados, pero se volvió a cumplir la máxima evangélica de que "nada hay oculto que no llegue a saberse" y, por responsabilidad y para evitar males mayores, vamos a contar en este artículo la intromisión en dicha sede del gran timonel de la política de los católicos, que no allanamiento de morada, pues el líder de un determinado partido político (Proyecto Avanza), de nombre Benigno Blanco (en la imagen), no tuvo que forzar la puerta del edificio de la calle de Añastro, ya que alguien le franqueó el paso. Vayamos con la primera noticia. Pues resulta que es tan de Dios la Iglesia Católica que, a pesar de los muchos intentos que ha habido para destruirla, sigue en pie después de dos mil años y seguirá viva hasta el final de los tiempos. Por eso, cuando los partidos políticos tratan de revestirse de divinidad, remedan la liturgia religiosa y proclaman que están llamados a una existencia perpetua. Por este motivo, Hitler anunció lo del Reich de los mil años y, años después, nuestros muchachotes de la UCD nos garantizaron que lo suyo iba a durar 107 años. Naturalmente que los partidos no dan palos de ciego, porque para eso cuentan con los Arriolas de turno que transmiten a los jefes el discurso que desea escuchar la sociedad, porque, ¿quién no quiere que el partido a quien vota sea como esos zapatos que se compran pensando que durarán toda la vida? Claro que después viene la tía Historia con sus rebajas y vuelve a quedar de manifiesto que la única institución que permanece... es la Iglesia. Al conocer los resultados de esas dos encuestas ya ha habido algunos que ya se han atrevido a adelantar la desaparición del Partido Popular, en beneficio de Ciudadanos, cumpliéndose una vez más esa ley que dice que siempre hay periodistas dispuesto a correr en ayuda del vencedor. Pues como muy bien escribió Rico y Amat en su Diccionario, publicado a mediados del siglo XIX, en el que se propuso dar a las palabras su significado real, al margen del significado político: "Los periodistas son los campaneros de las iglesias políticas". Tan enorme susto al atisbar la posibilidad de que desaparezca un partido político, solo es posible si uno ha incurrido en la simpleza y en la credulidad de los dogmas de la "cochina política", como la llamaba el general Narváez, que sabía de lo que hablaba porque para algo fue presidente de gobierno hasta en seis ocasiones, si no contamos el paréntesis del ministerio relámpago. Idolatrar la política es la consecuencia lógica de haber aceptado la noción tergiversada del fin de la Historia, que equivale tanto como a decir el fin de cada una de nuestras vidas. Si todo en nuestra existencia se reduce de tejas para abajo, si ocultamos o tratamos de eliminar nuestro sentido transcendente, entonces el fin de la Historia puede fijarse en el engrandecimiento de la Corona, la fortaleza del sindicato o la unidad del partido; pero nada de eso es el fin de la Historia. El fin de la Historia es que el hombre vuelva a ser plenamente hombre, que vuelva a Dios, que sea santo; y si la Corona, el sindicato o el partido impiden el verdadero fin de la Historia, lo que hay que hacer es modificar la Corona, el sindicato o el partido.
El fin de la Historia es que el hombre vuelva a ser plenamente hombre, que vuelva a Dios, que sea santo; y si la Corona, el sindicato o el partido impiden el verdadero fin de la Historia, lo que hay que hacer es modificar la Corona, el sindicato o el partido.
Y mucho me temo yo que el cambio político que anuncia esta encuesta no nos va a permitir a los españoles vivir de acuerdo con el verdadero fin de la Historia, porque a Macroncito II algunos ya le conocemos desde hace tiempo, desde que se paseaba desnudo por la vida y se tapaba sus vergüenzas con las manos. O dicho en plata, con este cambio los católicos nos volvemos a quedar igual de mal que estábamos: sin poder votar por principios y en conciencia a la nueva formación política emergente y, por lo tanto, se volverán a emplear a fondo los profetas del mal menor y del voto útil. Pero "alto el fuego, alto la carga", que se decía en la serie televisiva Rin Tin Tin, de mi infancia, que vamos con la segunda noticia. Cuando pincha el coche queda el recurso a la rueda de repuesto, lo mismo que cuando se produce la crisis del sistema político, algunos piensan que se presenta la oportunidad para el gran timonel de la política de los católicos. La primera vez que yo coincidí con el gran timonel, el gran hombre, don Benigno, fue hace años, en una tertulia radiofónica de cierta emisora de radio, en la que él participaba por teléfono, porque en esa ocasión sus ocupaciones como altísimo cargo en el gobierno del Partido Popular no le permitieron venir al estudio. Y ante la posibilidad de que surgiera algún comentario sobre el aborto, se nos advirtió que no podíamos hacer referencia al cargo, de manera que en toda la tertulia había que presentarle y tratarle como abogado, para que nuestros comentarios no le perjudicaran su carrera política, lo que se le consentía en aquella radio que entonces era una emisora amiga del PP. Nunca he vuelto ha tener una experiencia como esta, jamás he sido testigo de un comportamiento tan pusilánime, por lo que no me extrañó nada que durante todo el tiempo en que aquel contertulio radiofónico fue alto cargo en el gobierno del PP no hiciera ni una sola declaración pública contra los miles de abortos que se practicaban en España, mientras disfrutaba del cargo. Por eso me sorprendió que cuando el PP perdió el gobierno y nuestro amigo su cargo, recalara en la dirección del Foro de la Familia, sin haber hecho ningún mérito en la defensa de los intereses de esa institución. Más tarde supe cómo se produjo el asalto. Como en el Foro de la Familia no votan las bases de las instituciones que lo integran, todo se decide entre unos pocos dirigentes de dichas instituciones; además el Foro de la Familia en esos momentos andaba muy mal económicamente y él traía debajo del brazo la salvación económica del Foro de la Familia en forma de subvenciones obtenidas por sus contactos políticos; en contraprestación el Foro de la Familia se convirtió en una institución social para con la excusa de defender la familia o la vida y atacar al PSOE y, a la vez,  impedir que pudiera surgir cualquier formación política que pretendiera defender la familia o la vida, sin el recurso al mal menor.
Por eso me sorprendió que cuando el PP perdió el gobierno y nuestro amigo su cargo, recalara en la dirección del Foro de la Familia sin haber hecho ningún mérito en la defensa de los intereses de esa institución.
Toda esta situación es especialmente lamentable porque hay mucha gente buena colaborando con esta institución familiar a la que se la ha estado ocultando los verdaderos fines bastardos del Foro de la Familia. Para ello, el excargo del PP y dirigente familiar que hace gala de su aconfesionalidad, no tiene escrúpulos en convertirse en parásito de instituciones religiosas, sin las cuales no sería nadie. Y harían muy bien dichas instituciones en dejarle que actúe de verdad como lo que dice que es: aconfesional. Es conveniente que, cuanto antes, las instituciones religiosas parasitadas dejen de apoyarle y jalearle, para que el día que todos descubran el truco al prestidigitador no les salpique su desprestigio. Porque como todo se lo consienten, cada vez se atreve a mayores hazañas, como la del fin de semana pasado en la sede de la Conferencia Episcopal Española, donde fue invitado a hablar a los representantes de organizaciones familiares católicas, lo que fue calificado por alguno de los asistentes como un mitin, pues desde no hace mucho se ha convertido en el líder de un nuevo partido político.
Es conveniente que, cuanto antes, las instituciones religiosas parasitadas dejen de apoyarle y jalearle, para que el día que todos descubran el truco al prestidigitador no les salpique su desprestigio.
Y esto es una decisión muy desafortunada por partida doble. Con este precedente, seguro que van a aparecer políticos que también quieran promocionarse en la sede de la Conferencia Episcopal. En segundo lugar, quien le franqueó la entrada en la sede de la Conferencia Episcopal cometió un grave error de apreciación al creerse que daba paso al gran timonel de la política de los católicos, cuando en realidad los que le escucharon salieron diciendo que no tiene talla política ni de grumete. Javier Paredes javier@hispanidad.com