Testigo encierra, implícitamente, una herencia del mismísimo Alfred Hitchcock desde el momento en que el protagonista es un  inocente que se ve involucrado en una trama delictiva, pero se asemeja mucho más a thrillers políticos como los que firmaba Alan J. Pakula. Un solitario contable, sin trabajo desde hace dos años, recibe una llamada de un enigmático hombre de negocios que le ofrece un trabajo sencillo y bien remunerado: transcribir escuchas telefónicas. Duval acepta sin preguntar sobre la finalidad de la empresa que lo contrata. Pronto se percata que se halla en el centro de un complot político… La característica que diferencia a este filme, excelente debut del director francés Thomas Kruithof, de otros thrillers políticos es el toque social que lleva impregnado debido a que su protagonista es un veterano contable, parado de larga duración. Esa circunstancia provoca que el público sienta empatía por este hombre solitario, dolorido, que se ve abocado a aceptar, sin rechistar, el único trabajo que le ofrecen por su edad. Si gran parte de la intriga reposa en la impecable actuación, muy contenida, del gran intérprete francés François Cluzet (conocido popularmente por su trabajo como paralítico en Intocable) eso no impide que reparemos en que algunos personajes, como el del violento Gerfaut, no están perfectamente construidos. A pesar de ello, el relato atrapa desde el momento que el espectador va percatándose, al mismo tiempo que el personaje principal, de que hay "algo podrido".  Su trama resulta muy actual porque alude a la corrupción en las altas esferas políticas. Para: Los que les gusten las películas interesantes de cine europeo Juana Samanes