El guionista Mike White, al que casi todos recordamos por la divertida historia de Escuela de rock, realiza un fantástico estudio introspectivo sobre la crisis de la mediana edad en los varones. Brad Sloan tiene una vida anónima, disfruta de una familia tranquila y desarrolla un trabajo en una empresa, sin ánimo de lucro, que fundó el mismo y que le permite afrontar el día a día con comodidad. No obstante se reprocha continuamente no haber destacado en ningún momento de su vida. Esta visión se agudiza cuando acompaña a  Boston a su hijo a elegir universidad y percibe que sus ex compañeros han triunfado y él no. El actor Ben Stiller realiza la mejor interpretación de su carrera en esta comedia agridulce que mete el dedo en la llaga sobre la crisis existencial que puede sentir una persona cualquiera cuando, llegado a un punto de su vida, rebobina y recuerda sus sueños de juventud, sus expectativas y en lo que se han traducido años después. Porque, de alguna forma, el núcleo de esta historia tiene mucha semejanza con una película argumentalmente tan distinta como ¡Qué bello es vivir!, donde el bondadoso Georges Bailey (James Stewart), en un momento de amargura, consideraba que se había equivocado totalmente en sus decisiones… De hecho,  como habrán leído entre líneas, Qué fue de Brad da vueltas a lo que es el éxito y a cómo lo percibimos, y aquí entra, inevitablemente, el tema de la imaginación porque muchas veces ni de lejos la realidad de otros es tan halagüeña como pensamos. Al mismo tiempo que hace recapacitar sobre lo que no valoramos. Por ello lo más conmovedor es cómo retrata la relación padre-hijo cuando salen de su entorno habitual. Para: Los que les gusten las comedias agridulces con poso Juana Samanes