Gustavo Salmerón no duda en situar a su madre como protagonista de un documental divertidísimo sobre su familia. El pretexto de arranque es bastante surrealista: cuando el menor de los vástagos se entera de que su progenitora ha perdido una vértebra de su bisabuela, asesinada en la Guerra civil y guardada por sus seres queridos a lo largo de varias décadas, todos los miembros de la familia inician una búsqueda entre los miles de extraños objetos que Julia ha acumulado a lo largo de sus ochenta años. El  curioso título de este largometraje responde a los deseos que de niña tenía para su vida, Julita, la matriarca de la familia Salmerón. Esta exploración sirve para que esta pizpireta señora vaya desgranando capítulos de su pasado, su presente y su incierto futuro, todo ello aderezado con fotografías e imágenes de vídeos familiares que no tienen desperdicio, más aún con el ingenio con el que ella los comenta. De ahí que este documental sea todo un híbrido porque responde más a lo que entendemos como una comedia costumbrista alrededor de una familia española. A través de Julia recordamos la violencia injustificada de la Guerra Civil española, que se llevó por delante a inocentes como la abuela de la protagonista, su ideario político pero, fundamentalmente, la personalidad arrolladora de esta mujer que siempre apostó por tener una familia numerosa, un mono (que le salió agresivo) y un verdadero castillo, que adquirieron cuando llegaron tiempos de bonanza. Por si alguien pensara que todo es "días de vino y rosas", este filme, rodado como si se tratase de una película para uso doméstico, también se detiene en la crisis económica padecida en este país y que afectó de forma brutal a los Salmerón. Aunque la apariencia de vídeo casero, en la calidad de imagen, y la sensación de lleno de los espacios grabados parecen poco atractivos, sí lo es el amor que esta mujer profesa tanto por su marido como por su numerosa prole. Para: Los que les agraden las propuestas originales Juana Samanes