Con el mayor número de nominaciones a los Oscar (13) y con muchas bazas para ser la gran ganadora de este año, La forma del agua es la mejor película de la filmografía de Guillermo del Toro pero cuenta con el mensaje políticamente correcto de sus anteriores propuestas. Es decir, agradará a sus fans y provocará rechazo de aquellos a quienes no les gustan sus propuestas, porque aunque se vende como una poética historia de amor incluye escenas violentas y sórdidas. Alrededor del año 1962, en plena Guerra Fría, en un laboratorio gubernamental estadounidense de alta seguridad trabaja como limpiadora la soñadora Elisa, a quien su mudez aísla de los demás. Hasta que un día su única amiga, Zelda, descubre una criatura anfibia que  califican de alto secreto. Pronto el misterio que la rodea atrae la atención de Elisa… Los seres solitarios son los grandes protagonistas de este filme, porque a la silenciosa Elisa se une un vecino artista, apartado de su trabajo por su condición de homosexual y, por supuesto, esa criatura, encerrada en un bidón de agua salina, con la que quieren experimentar los científicos. Se publicita como cuento de hadas, bien enmarcado por la maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat, pero es más un homenaje al cine de monstruos de "Serie B", que se hacía en los años 50, y por las que este profesional siempre ha demostrado fascinación. Con una atmósfera visual cuidadísima, ese romance más allá de la biología, se refleja en imágenes tremendamente poéticas. Pero al director le gusta demasiado el mundo del cómic y el cine gore, de ahí que se alternen instantáneas con cierto halo fantástico con algunas explícitamente violentas sin olvidar, sobre todo durante la primera hora de metraje, otras de contenido especialmente sórdido, como la escena de masturbación de la protagonista en la bañera o aquella de sexo del malvado con su mujer. Así que no tiene mucho sentido sus declaraciones sobre que su intención "era crear una bella y elegante historia sobre esperanza y redención". Porque también lanza su discurso combativo de siempre, el que hemos visto en El laberinto del fauno, pero ahora con el escenario del conflicto soterrado entre las dos grandes potencias: EEUU y Rusia, donde no falta un estereotipado villano, un verdadero "monstruo" simplón, que es racista, machista y sigan añadiendo todos los términos que se les ocurran. Para: Los que les gusta el cine de Guillermo del Toro y los que sigan las películas nominadas a los Oscar Juana Samanes