Sugestivo musical que recuerda la figura de de P.T. Barnum, un empresario circense americano. Su gran baza es que cuenta con preciosas canciones originales de los letristas de La la land. A finales del s. XIX, en EEUU, triunfó en el mundo del espectáculo Phineas Taylor Barnum, un soñador de gran ingenio que llevó el entretenimiento al pueblo llano, lo que le labró bastantes detractores. La película nos lleva desde su infancia, cuando era un pobre huérfano y conoció al amor de su vida, Charity, mucho más adinerada que él, hasta la lucha que Barnum libró por montar un espectáculo innovador, diferente, en el que logró reunir a las mayores rarezas. Narrada al más puro estilo clásico, el argumento se toma muchas libertades narrativas respecto a la realidad pero, a pesar de ello, resulta bonito porque habla de las elecciones que hay que tomar en la vida y la constatación de que la verdadera riqueza está en la calidad humana de la gente de la que te rodeas. A lo que hay que añadir una hermosa historia de amor, todo ello transcrito en imágenes en un espectáculo glamuroso, milimétricamente orquestado por grandes profesionales. La banda sonora está a cargo del compositor John Debney, además de los mencionados Benj Pasek y Justin Paul, cuyos temas suenan tan maravillosamente que mueven los pies pero también el corazón. Los números musicales vibrantes, y llenos de color, recuerdan los que se suelen contemplar en Broadway. Para darles ritmo cuentan con la presencia de un  intérprete con carisma cantando y bailando, nada menos que Hugh Jackman, quien había  demostrado sus dotes para ello en la magistral Los Miserables, bien secundado en esa parcela por el antiguamente divo de las jovencitas Zac Efron y la bellísima Zendaya. Por una vez a la excelente actriz Michelle Williams le toca un papel menos arriesgado: el de la enamorada esposa del protagonista. Para: Los que les gusten los musicales de calidad Juana Samanes