Nico recibe una carta en la que le indican que el día de su décimo cumpleaños no acuda a una gasolinera con tienda, donde recala habitualmente a repostar su madre, porque peligra su vida.

Jon es un joven obsesionado con los números que investiga los asesinatos ocurridos el mismo día y en  el mismo lugar, a lo largo de los años, y que parecen siguen un patrón establecido.

Los destinos de ambos, el joven y el niño, parecen que pueden estar entrelazados…

Con guión de su habitual colaborador  Jorge Guerricaechevarría (El Niño, Celda 211) y de Chris Sparling (Buried: Enterrado), Calparsoro traslada libremente al cine la novela homónima de intriga de Paul Pen. De ahí que el director se desmarque de su seña de identidad, y talento, en el rodaje de escenas de acción porque ahora lo que aborda es un filme de suspense psicológico  con trasfondo fantástico. En lo que es fiel a su trayectoria es en introducir asuntos de actualidad como el acoso escolar y que el desarrollo contenga  giros argumentales y alguna sorpresa…

La película se sigue con interés a pesar de que hay algunas transiciones temporales algo confusas y recuerdan que su desarrollo transcurre en dos épocas diferentes. Pero lo que verdaderamente se echa en falta es más claridad a la hora de explicar la razón por la que en ese lugar se producen esos hechos trágicos, porque resulta demasiado fácil concretar que se deben, simplemente, a un destino aciago.

Como suele ser habitual, Raúl Arévalo y Aura Garrido ofrecen buenas y creíbles actuaciones en sus respectivos personajes, a los que secunda correctamente el niño Hugo Arbués.

Para: Los que les guste ver películas españolas arriesgadas, en esta ocasión por su toque fantástico