La escritora de relatos de suspense más famosa de todos los tiempos, Agatha Christie, en alguna ocasión quiso alejarse de su “criatura más popular”, el detective Hercules Poirot. Una prueba de ello es La casa torcida, uno de los relatos por los que siempre mostró debilidad, lo publicó en el año 1948.

Su argumento nos presenta un arranque clásico en este tipo de novelas de misterio: tras la muerte del adinerado patriarca griego Aristide Leónides, su nieta Sophia tiene sospechas de que falleció en extrañas circunstancias por lo que acude desesperada a Charles Hayward, un joven detective privado con el que mantuvo una relación amorosa en el pasado para que investigue el caso.

Éste se desplazará a la residencia familiar donde percibirá el ambiente venenoso y las malas relaciones entre las tres generaciones de la multimillonaria dinastía. De tal forma que todos son sospechosos del crimen mientras el tiempo vuela antes de que el asesino vuelva a matar.

Me atrevería a decir que La casa torcida es uno de los relatos más tortuosos de la escritora británica y supone un intento esmerado por profundizar en el carácter de los personajes no ofrecer meros trazos, como ocurre en otras de sus novelas, otra cuestión es que este ejercicio de prospección personal, que desemboca en relato negro debido a que todos los que desfilan por la pantalla tienen su parte oscura, haya sido resuelto de forma satisfactoria.

Porque, aunque la historia escrita tiene su enjundia, llevada a la gran pantalla es  excesivamente discursiva, con altibajos de ritmo y bastante frialdad formal. Y es una pena porque detrás de la misma hay dos profesionales con trabajos de calidad a sus espaldas: el encargado de llevar a buen puerto el guión adaptado es el escritor y guionista Julian Fellowes, ganador del Oscar por Gosford Park y creador de la serie Downton Abbey; mientras que el director de la película es el francés Gilles Paquet-Brenner (La llave de Sarah). Pero ambos no han estado a su altura habitual.

Si son admiradores de Agatha Christie merece la pena que la vean, aunque le falta el gracejo que aporta siempre Poirot con sus manías y su peculiar humor.

Para: Los forofos de Agatha Christie y su traslación a la gran pantalla de sus relatos