• ¿Por qué hay chalados que están dispuestos a abrir crismas por un club de fútbol? Porque no tienen dios.
  • Claro, el hombre no puede vivir sin una cosmovisión.
Un ertzaintza muere de un ataque al corazón mientras hinchas del Spartak de Moscú y del Bilbao se zurraban a gusto con motivo de un partido no tan importante. Como decían los argentinos: yo no soy hincha. Y ahí estaban los fanáticos rusos y los fanáticos vascos, arreándose a gusto sin tan siquiera preguntarse quién estaba ganando el partido. De paso, El País ha aprovechado para titular que el mundo, todo el mundo mundial, teme a los rusos, aunque todo parece indicar que fueron los rusos quienes se llevaron la peor parte en Bilbao. Y no es que me importe mucho. Pero el asunto de fondo no es ese: consiste en adivinar qué les lleva a tantos seguidores, aparentemente normales, a convertir una afición deportiva en una religión. Unos colores deportivos que bien podían ser otros. Sin embargo, para algunos seguidores del Spartak, o el del Athletic, esos colores constituyen algo por lo que arriesgar la vida y abrirle la cabeza al prójimo. La razón es muy simple: no tienen dios, no tienen un porqué para vivir y no encuentran el cómo. Lo decía Víctor Frankl y tenía toda la razón. Y cuando no encuentran un porqué lo buscan en el Spartak de Moscú, que hay que ser idiota, o en la independencia catalana, que hay que ser igual de idiota. Porque ni el Spartak, o la República independiente, pueden dar razón de ser a tu vida: sólo que es una razón de ser falsa. Entre otras cosas, porque te deja en ascuas sobre la pregunta principal a la que debe responder cualquier filosofía de vida que se precie de serlo: ¿qué pasa después de la muerte? Por lo demás, todo en orden. Eulogio López eulogio@hispanidad.com