Empiezo a cansarme de escuchar muestras de materialismo de peluquería, incluso por parte de gente muy culta y admirada. Un materialismo representado en ese "somos lo que comemos". Miren ustedes: se puede negar la existencia de Dios pero negar la existencia del espíritu, de lo inmaterial... supone negarse a uno mismo.
La materia, nuestro cuerpo, está en continuo cambio. Ni una sola de mis células actuales (o de la composición química de las mismas, para el caso de las neuronas) es la misma ahora que hace siete años. Y en un bebé, que hace pocos meses. 
La materia de mi infancia ha desaparecido totalmente y, sin embargo, yo sigo siendo yo. Nada material ha permanecido en mí pero sigo siendo el mismo pelma adulto que cuando era un niño pelma.

El materialismo necio: puede negarse a Dios, pero no al espíritu. Más que nada porque te estarías negando a ti mismo


Y entonces, ¿qué es lo que se ha mantenido incólume en mí, independientemente de lo que haya comido? Mi espíritu, ese al que los cristianos llaman alma, los filósofos personalidad, los juristas sujeto, los psiquiatras psique, los psicólogos mente, los poetas, corazón, las mujeres sensibilidad...

El 'quién' soy yo mismo, mi espíritu, que opera acompañado de una materia en continua mutación, en muerte permanente, en tránsito continuo. A lo largo de mi vida he tenido muchas materias pero un sólo espíritu, inmaterial. Por eso soy el mismo que cuando era un niño. El quién no ha cambiado, el qué continuamente.
Podemos negar a Dios pero no podemos negar la existencia de lo espiritual: resulta anticientífico. Porque cuando me cortan el pelo, no me preocupo. Es otra materia que se va. De hecho, se iría aunque no fuera a la peluquería.

La mejor prueba de la existencia de lo espiritual es el propio hombre

¿Y cuando rompen uno de mis escasos órganos vitales acaso no muero? Claro, muere la materia, por disgregación. Pero al espíritu, a lo inmaterial, no hay manera de disgregarlo porque no tiene partes.

En cualquier caso, no somos lo que comemos. Entre otras cosas, porque, si así fuera, cada vez que como un filete de ternera me convertiría en vaca. Y no es el caso.

No somos lo que comemos, somos mucho más. Somos espíritus imperecederos, inmortales.