• La historia de las conversiones finales son ciertas, porque siempre hay que contar con el factor Dios…
  • Pero no tienen por qué ser numerosas.
  • Esperar al cambio en el último momento, puede resultar peligroso. Mejor ahora mismo.
Me lo comentaba un sacerdote que había atendido a mucha gente en el momento de su muerte: "Yo he visto a gente morir blasfemando". Y es que una de las lecciones que propone la historia, no de la humanidad, sino del hombre mismo, es que se muere como se vive. Eso de esperar hasta el último momento para arrepentirse puede ser peligroso. Sobre todo desde que el amigo San Agustín, y luego el amigo Santo Tomás, dejaron claro que para salvarse se necesitan dos cosas: gracia de Dios y voluntad humana. La primera siempre está dispuesta pero la segunda se resiente del hábito, porque el hombre es un animal de costumbres. La historia de las conversiones finales son ciertas, porque siempre hay que contar con el factor Dios. Es decir, con su misericordia infinita. Pero no tienen por qué ser numerosas. Esperar al cambio en el último momento, puede resultar peligroso. Mejor, ahora mismo, es más práctico. Entre otras cosas porque el mejor atleta, falto de entrenamiento, se convierte en un perdedor. Eulogio López eulogio@hispanidad.com