• Tres mentiras: el comunismo es la gran mentira.
  • Los neocomunistas entienden por justicia que le demos nuestro dinero al Estado, es decir, a Pablo Iglesias.
  • Democracia. Los neocom pretenden conquistar el poder democráticamente para luego, una vez asentado, destruir la democracia.
Así se despidió Pablo Iglesias (en la imagen) en su primer discurso desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, que sirvió para cerrar todo un discurso que no se escuchaba desde que Dolores Ibárruri pasó por el hemiciclo (y no me refiero a la Transición). Además, el sectarismo y el guerracivilismo (nunca se había hablado tanto del Franquismo en el Congreso desde años atrás) no lo ha introducido Iglesias sino Pedro Sánchez pero con Podemos el guerracivilismo frentista, el de la II República, adquiere tonos castizos y auténticos. Uno considera que en cualquier momento, los diputados, y diputadas de Podemos, enardecidos por las palabras de su líder, saldrían corriendo de la Carrera de San Jerónimo, se acercarían a la no muy lejana Iglesia del Santo Cristo de Medinaceli y prendieran fuego al templo, a ser posible con toda la comunidad de capuchinos dentro. Cosa que jamás haría don Pedro Sánchez, naturalmente. Don Pedro es socialista, no comunista, ergo más civilizado: sus rencores son intensos pero lacónicos y las bofetadas se propinan mirando hacia otro lado: don Pedro se conformaría con un decreto que ordenara el cierre del templo de Medinaceli, naturalmente en nombre de la libertad religiosa. Pero volvamos a mi Pablo, que es alguien muy especial. Tras dejar un reguero de sangre (por ahora, sólo dialéctica), Pablo prosigue su camino. Como todos los tiranos, el líder de Podemos es bajito, lo cual le provoca un complejo cuya terapia exige, mayormente, una mala leche de varios kilos. Y mucho uso de la palabra, permanente uso. Observen la verborrea de la izquierda española y sus finales retóricos. Porque sí, porque un buen discurso hay que valorarlo por su remoquete final, aunque el resto sea inmundicia, un buen final enjuaga el fracaso. Sánchez, Iglesias, Garzón, los de Bildu, todo ellos hablan a gran velocidad, practican una diarrea verbal interminable, pero la clave, no lo duden, es el final. Mi final favorito entre el rojerío español es el de Alberto Garzón, cuando concluye con el grito de "Salud y República", momento en el que sus colegas sienten la misma galvanización que los de Pablito Iglesias y desean fervientemente matar a un cura, conocido objetivo vital del recientemente fallecido Umberto Eco. Les ocurre lo mismo que a Woody Allen, que en cuanto oía los primeros acordes de Wagner le entraban ganas de invadir Polonia. Pero el más profundo es el señor Iglesias: Verdad, justicia y democracia. Así se despidió Pablemos antes del ósculo a Domènech (no, no es una señora). Analicémoslo:
  1. Verdad. Enorme, porque si algo distingue al comunismo es que se trata de una gran mentira.
  2. Y la primera de esas mentiras es la justicia social, dado que el comunismo no es más que el robo de la propiedad individual a manos de los políticos, de ese Estado que, por pura casualidad, pretende dirigir Iglesias. Es decir, que Pablemos entiende por justicia que le demos nuestro dinero y ya decidirá él cuándo y cómo nos lo devuelve. Desde luego, sin intereses.
  3. Tercer principio y segunda mentira: democracia. Los neocomunistas son Gramncianos. Quieren conquistar el poder por medios democráticos y luego ir angostando la democracia. Entiende por democracia conseguir el mayor número de votos con todo tipo de mentiras y una vez que se llega al poder controlar los resortes de poder: justicia, policía, ejército, moneda y, sobre todo, medios de comunicación.
Por lo demás, los neocomunistas consideran que la democracia consiste en votar y en obtener la mayoría, no en respetar las minorías ni los derechos individuales de la persona. Así que está muy feliz con el Frente Popular que pretendía, y aún pretende, construir don Pedro Sánchez. Eulogio López eulogio@hispanidad.com