• Por tanto, el pecado más grave, y el más tonto que puede cometer la persona, es el pecado de desesperación.
  • Pero el amor de Dios es exigente.
Lo dicen todos los místicos, y lo repite, en el siglo XX, Santa Faustina Kowalska, la apóstol de la Divina Misericordia, cuya fiesta se acerca (el domingo después de Resurrección): lo que más le duele a Dios es que desconfiemos de él. Dicho de otra forma: Cristo no soporta que la criatura piense que no le ama, o que no está dispuesto a perdonarle siempre. No soporta, acabemos, que dude de su Misericordia. Por tanto, el pecado más grave, y el más tonto, es el pecado de desesperación. O lo que es lo mismo: la vida se resume en cuatro palabras, las del cuadro de Santa Faustina: "Jesús, en ti confío" (en la imagen). El amor de Dios es exigente. Por de pronto, exige contraprestación. Y para amar a Cristo hay que ser muy valiente. Eulogio López eulogio@hispanidad.com