• Cuando el perverso comprende su final y aún así, persiste.
  • Dios es el dueño de la historia y la libertad que ha otorgado al hombre es el piloto de la nave.
José Antonio Fortea es un cura singular. Podría asegurar, como hizo el exorcista del siglo XX, Gabriele Amorth, "el demonio no se atreve conmigo porque le doy miedo, de lo feo que soy". Y Fortea es también un convencido de que estamos en etapa fin de ciclo. Aunque no tiene prisa. Su novela Cyclus Apocalypticus, editada por Sekotia cuya lectura recomiendo, sitúa el fin de la historia en el periodo (2181-2213). Algunos no tienen tanta paciencia pero quiero decir que en esta materia 'findemundista' Fortea no figura entre los apocalípticos  de la inminencia, que siempre me han parecido un poco masocas: el anhelo por el desastre del mundo apostata, del que hay que huir sin mirar atrás, no me parece que resulte deseable. Y aunque las profecías no se han promulgado para predecir sino para convertir, y Dios es el dueño de la historia y la libertad que ha otorgado al hombre es el piloto de la nave, si podemos evitarlo mejor que si podemos retrasarlo. En cualquier caso, Fortea ha demostrado que conoce, no sólo el Apocalypsis, sino todo el 'canon apocalíptico' de la obra, artículo 24 de San Mateo incluido, y lo ha escenificado. Novela, por tanto, apasionante, muy conceptual, pero formalmente veloz y vigorosa. Vamos, que se lee en un santiamén, y sin concesiones. Su relato es duro, aunque entra en los mimbres de la tragedia se trasluce la esperanza de la misericordia de Dios. Pero el culturón, de Fortea se deja ver en el relato de las bestias del Anticristo que se suceden en su narración. Ante la tragedia final el hombre siempre se ha preguntado: pero entonces, ¿cómo es posible tamaña perversidad, el hombre que no es engañado sino que se coloca a la derecha de los poderes de este mundo para convertirse, no el estafado, sino en el estafador. Pues bien, ese es el punto más bajo, el de no retorno, el análisis del perverso artista de fuste: conoce el mal porque conoce el bien y sabe que el mal ejerce una atracción siniestra a los más capaces. Algo similar a lo que ocurre con la cobardía: el inteligente cobra más que el necio porque vislumbra las consecuencias de sus actos. Los seguidores de Satán no son estafados, son estafadores que saben muy bien dónde les dirigen sus acciones y aún así, optan por el averno. Y eso, Fortea lo describe como nadie. Un libro futurista para leer en presente, cuanto antes. ¡Ah!, y ameno, muy ameno. Eulogio López eulogio@hispanidad.com