• La absorción-fusión no ha funcionado y la crisis se traslada a la gestión, por la fuga de ejecutivos.
  • Los dos profit warning y los malos resultados han desplomado a la mitad el valor, en tan sólo 10 meses.
  • Tiene problemas en India y EEUU y a eso se une el conflicto laboral por los despidos.
  • Renunció al ERE, que ha dejado en un generoso plan de prejubilaciones y bajas voluntarias.
  • Un nuevo éxito, en fin, de la multinacional alemana de bienes de equipo, empresa en crisis permanente y global.
La fusión por absorción de Gamesa en Siemens Wind parecía una operación feliz, cuando se anunció en abril, pero el balance, diez meses después, es demoledor. Claro que en eso de los matrimonios entre colosos, la evolución no siempre responde al propósito inicial -la creación de un fabricante líder en aerogeneradores- ni coincide con las expectativas. La prueba del algodón es el valor de Siemens Gamesa en bolsa, que se ha reducido casi a la mitad en unos meses, pero esa realidad no es más que una consecuencia de lo que no funciona en la gestión. Las acciones, que en mayo cotizaban a 22,46 euros están ahora a 12,16 y la capitalización, con la misma pérdida, no llega a 8.300 millones. El termómetro se mide en los relevos orquestados por la presidenta, Rosa García -le faltó tiempo para sustituir a Ignacio Martín y nombrar nuevo consejero delegado, el alemán Marcus Tacke- y también en fugas de ejecutivos importantes (en noviembre), como Xabier Etxeberría, Ceo del negocio eólico terrestre (onshore), del director general Ignacio Artazcoz, y antes (octubre, en plena tormenta bursátil) de José Antonio Cortajarena, director de la asesoría jurídica. Todos ellos procedentes de Gamesa. De la etapa anterior, en la que Gamesa se había convertido en una de las firmas más rentables, sólo quedan dos de los cuatro directores generales, David Mesonero (desarrollo corporativo, estrategia e innovación), yernos del presidente de Iberdrola, Sánchez Galán, y Félix Zarza (auditoría interna). A los cambios en la cúpula de Siemens Gamesa para capear la crisis, se une otra crisis, la del sector, que ha tirado a la baja los precios, y los impactos negativos, en el caso de Gamesa, derivados de dos profit warning, los malos resultados y las sacudidas por el parón de pedidos en India, de la que depende un tercio de sus ingresos, o la rebaja de incentivos en EEUU a la energía eólica. Mal balance, en fin, que explica las quejas del presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, por la gestión (el 20% de la eléctrica se redujo a la mitad con la fusión, pero es el segundo accionista, con dos consejeros de 13) y a las que se une otro frente, el laboral, en forma de amenaza de recortes de empleo. El prólogo llegó con la reestructuración de Siemens, el gigante alemán, y el despido de 6.000 trabajadores, el segundo gran ajuste tras otro recorte de 7.800 empleos, en 2014. En España, la polémica por los despidos se saldó con la destitución, en noviembre, del director de Recursos Humanos, Xabier Bengoetxea, que proviene también de Gamesa aunque fue nombrado en junio. Inicialmente,  Siemens Gamesa planeó un ERE para el despido de 272 empleados (en el País Vasco y Navarra), aunque después desistió y ha dejado su plan de recorte en otro de posibles bajas, voluntarias y prejubilaciones (a los 55 años, con el 70% del salario y los de 56 con el 75%). La próxima cita para negociar con los sindicatos es el día 19. En resumen, un nuevo éxito de la multinacional alemana de bienes de equipo, una Siemens en crisis permanente y global, que ya arrastra varias etapas presidenciales sin levantar resultados ni levantar su penosa imagen corporativa, proveniente del pasado. Ahora, Siemens está destrozando Gamesa. Rafael Esparza