El Teatro de la Ópera (Teatro Real) se come al Teatro de la Zarzuela. El género grande se come al chico. ¿Por qué? Pues porque el Estado no quiere gastar tanto dinero, prefiere que le patrocinen firmas privadas, que son más generosas con el arte. Y además, sí, suelen ser mucho más eficientes en la gestión que los funcionarios. Por tanto, al revés que en el chiste, yo soy partidario.

Ahora bien, hablamos de arte clásico: el problema no es que sea privado o público, sino leal o desleal al autor

Protestan los trabajadores de la Zarzuela, porque quieren seguir siéndolo y hablan de privatización. El ministro Íñigo Méndez de Vigo asegura que no, que se trata de una Fundación, que presidirá él mismo, en cuanto ministro de Cultura.

Vamos a ver: la gestión privada suele ser más eficaz que la pública pero, sobre todo, la gestión del pequeño es más eficiente que la de  lo grande, que es simplemente ingobernable.

La dicotomía no anda entre lo público y privado, sino entre grande y pequeño. Lo pequeño es hermoso; lo grande, monstruoso. Y lo mejor de todo es la triple ‘P’: propiedad privada pequeña.

Ahora bien, aquí hablamos de cultura y, sea la gestión pública o privada, hay un factor trasversal, que consiste en la lealtad al creador. Al autor. Todo lo clásico es clásico porque ha superado el paso del tiempo. Cuando un ‘modelno’ lo cambia lo empeora seguro.

Y en general, lo que importa es que lo grande resulta ingobernable, sea público o privado

Ejemplo: la Compañía Nacional del Teatro Clásico (CNTC). Desde que doña Helena Pimenta se hiciera cargo del entramado (2011) y comenzará a ‘modernizar’ a Lope de Vega, Calderón y otros novatos, servidor ha dejado de asistir a sus obras.

Esta es la clave. Eso sí, al frente de la nueva Fundación del Teatro Real y la Zarzuela se ha colocado nada menos que Íñigo Méndez de Vigo.

Me temo lo peor.