• La bolsa muestra la absurda capitalización de la compañía de vehículos eléctricos frente al resto.
  • GM, Ford o Fiat Chrysler son fabricantes que cotizan por sus beneficios y venta, no por expectativas.
  • La fiebre de las tecnológicas recuerda a la burbuja bursátil de Internet, inflada tras la fusión AOL-Time Warner.
El apalacamiento de una empresa, esencial para medir su futuro, se resiente como referencia de análisis con las tecnológicas, sobre todo, y en Estados Unidos. Pero no es único caso, como pueden ver el gráfico, en el que también se cuela la compañía de coches eléctricos Tesla, que añade otro ingrediente desconcertante: su elevado valor en bolsa (49.300 millones de dólares) que no se corresponde ni de broma con su volumen de ventas (73.230 vehículos). En el resto de los casos, General Motors, Ford o Fiat Chrysler, fruto de la fusión en 2014 de las dos compañías. Las tres compañías, en cualquier caso, aumentan o disminuyen su valor en bolsa en función de las ventas, más o menos en el esquema clásico de vincular el beneficio a los ingresos por ventas, que marca el valor de la empresa. Ese planteamiento, sin embargo, se va a hacer gárgaras en el caso de Tesla, que de momento es sólo una expectativa ante el prometedor futuro de los coches eléctricos por imperativos medioambientales. De hecho, no tiene nada que ver lo que vende con el valor en bolsa y ese valor sería un disparate si el resto de sus competidores van por la misma senda. Ya lo están haciendo, es más. Tesla se beneficia en bolsa, por tanto, del mismo esquema que vale para la nueva economía, que se refleja especialmente con las tecnológicas, con capitalizaciones de vértigo, al margen de lo apalancadas que estén, porque ese factor no cuenta. Basta echar un vistazo al valor en bolsa de Apple (714.00 millones de euros), Google (604.700), Microsoft (547.000 millones), Amazon (467.000 millones) o Facebook (427.000 millones). Están en la cresta de la bolsa. Apuntábamos al referirnos a su reinado en bolsa, aunque ojo con pero ojo a las chinas Tencent y Alibaba. Paradigmático también el caso de Neflix, que aumenta a gran ritmo sus beneficios,  pero con una apalancamiento que equivale a 64 veces su Ebitda, lo que sería un problema infranqueable para cualquier empresa de la vieja economía. La radiografía es mucho más exigente para éstas, en las analistas no sólo brujulean en la deuda; también en las ventas o el resultado de explotación para poner un precio a las acciones. Es inevitable referirse al pinchado de la burbuja de las punto.com, que podría repetirse de nuevo ahora con las tecnológicas, las Neflix o las Teslas, porque cotiza una expectativa similar a la que hinchó la fusión, en 2000, de America Online (AOL) y Time Warner con las empresas de Internet. Los ejecutivos de AOL esperaban transformar un negocio de comunicación alicaído en pleno de la burbuja de Internet, pero el descalabro posterior fue descomunal. Rafael Esparza