• La para muchos selecta logia capitalista deja atrás el cambio climático y entra al debate abierto por Hawking sobre la amenaza de los robot.
  • Muy en la línea de los dictados Nuevo Orden Mundial, que poco tienen que ver con el engranaje espiritual de una civilización.
  • Los países anglosajones -curioso- son los más representados en el selecto club, más influyente para algunos que el G-7.
  • Las deliberaciones están protegidas por la regla de Chatham House, que obliga a esconder la identidad de las opiniones.

El poderoso Club Bilderberg es, según los más críticos, lo más parecido a una siniestra conspiración, que refuerza el mando y consignas de una logia capitalista sin tener que rendir cuentas a nadie, ni a gobiernos ni a estados. Algo de eso hay, lo que explica las reticencias de algunos para acudir a esa cita anual, que este año se reúne en Telfs-Cuchen (Austria), de jueves domingo, para tratar, entre otras cuestiones, de la inteligencia artificial. Por su puesto, con extraordinarias medidas de seguridad para prevenir cualquier susto. En 2014, uno de los temas elegidos fue el cambio climático y, la verdad, desde entonces, nos han freído a todos con ese susto permanente que amenaza nuestra supervivencia y la del Planeta. ¿Pasará lo mismo con la inteligencia artificial? Es posible. En cualquier caso, cambio climático o inteligencia artificial dan una pista de los temas que ahí se tratan, más próximos a los mensajes subliminales o explícitos del Nuevo Orden Mundial (NOM) que, por ejemplo, al engranaje espiritual que sostiene una civilización como la occidental, de raíces cristianas, o la justicia social. El hecho de que hayan seleccionado el tema de la inteligencia artificial es de por sí ilustrativo. El debate lo dejó abonado el científico británico Stephen Hawking, acostumbrado, como saben, a echarle pulsos a Dios desde su ateísmo. Hawking dijo que "la inteligencia artificial augura el fin de la raza humana" y se quedó tan ancho. Y completó su tesis con otra idea: "Los humanos, que son seres limitados por su lenta evolución biológica, no podrán competir con las máquinas, y serán superados". Muchos lo interpretaron como una anécdota simpática, que plantea un remake cinematográfico, por aquello del ataque implícito a la causalidad (que enseña el sentido común), y a la libertad humana. Porque el hombre, en efecto, es a veces muy bestia, pero también el único ser libre del Planeta. Por eso provoca problemas y serios (a ningún animal se le ocurría eso de la bomba atómica o el Estado Islámico), pero es también el mejor solucionador de los problemas que ha provocado. Y es precisamente esa minucia la que evita que se extinga, como sí sucede con los animales. Con la inteligencia artificial pasa lo mismo. El debate ha seguido, por ejemplo en el diario El País, que dedica máxima atención a la cuestión, hasta con especiales en las páginas del domingo, lo cual tiene toda la lógica si tenemos en cuenta que su presidente, Juan Luis Cebrián, coordina en España el Club Bilderberg. Y ya les contamos que los dos españoles invitados este año son Ana Botín, presidenta del Santander, y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE. Antes los fueron desde la Reina Sofía, Zapatero o el ministro Guindos. Para los invitados -así se lo venden-, se trata simplemente de una reunión informal para entender mejor cómo funciona el mundo, compartiendo experiencias para mejorarlo. Pero, a juzgar por las 133 personas que acuden (luego vemos quiénes), es una muestra inequívoca, también, del perfil prometedor o interesante de algunos políticos, financieros, empresarios o forjadores de la opinión pública, punto éste último nada desdeñable. Tiene, también por ello, algo de feria de vanidades, pero algunos medios como el británico The Guardian creen que el Club Bilderberg es más influyente en el debate posterior de lo que sugiere que los mensajes que se lanzan en las reuniones del G-7 de las grandes economías mundiales. O para el diario Irish Times, otro ejemplo, el hecho de que haya sido invitado este año Michel O'Leary, presidente de Ryanair, significa nada más y nada menos que "ahora puede tener su lugar entre los jefes del mundo". Significativo eso de los jefes del mundo, que remite a oscuros designios o tintes neomasónicos. Al fin y al cabo, entre los invitados siempre figuran también representantes de centros de investigación y grupos de presión. Se habla en esas discusiones, por ese mismo motivo, de temas como las armas químicas, Oriente Medio, la ciberseguridad o, cómo no, del mundo del dinero y de la industria. Nada de lo que han tratado se sabrá, sin embargo, en detalle. Lo que ocurre en Bilderberg no se puede discutir fuera de cualquier manera: las deliberaciones están protegidas por la llamada regla de Chatham House, que obliga a esconder la identidad o afiliación de los que han intervenido o han sido convocados. Y ese secretismo despierta suspicacias. Invitados de este año, además de los señalados. Hay 21 políticos, entre ellos el ministro de Finanzas británico, George Osborne; Laurence Boone, asesor en temas financieros de Obama o el primer ministro holandés, Mark Rutte. Hay también políticos retirados como el veterano Henry Kissinger, Alain Juppé, Mario Monti o Durao Barroso. Del mundo empresarial destaca la presencia de Tom Enders (Airbus) o Eric Schmidt, de Google, entre otros siete representantes más de las empresas tecnológicas. Acuden también el ex director de la CIA, David Petraeus, y 18 representantes del mundo de la comunicación, entre ellos Rona Fairhead (BBC) y Zanny Minton Beddoes (The Economist). Hay también 14 personas vinculadas a los grupos de presión, las mismas que el número de académicos en la lista de Bilderberg. Ah, y la única representante de la realeza es la princesa Beatriz de Holanda, cuyo padre, Bernhard, cofundó las reuniones, celebradas por primera vez en 1954 el Hotel de Bilderberg en Oosterbeek (Holanda). De los 22 países de donde proceden los asistentes el más representado es EEUU (33), seguido de Reino Unido (12), Francia (10) y Austria (9). Rafael Esparza