• El final de Rodrigo Rato y de los hermanos Rato.
  • La OPV de Bankia o las tarjetas negras no le retiraron el apoyo de sus próximos.
  • Tampoco de los que entendían el trasfondo de algunas acusaciones más o menos fingidas.
  • Pero la operativa desde paraísos fiscales, en un ex ministro de Hacienda, no tiene pase.
Siete horas en los juzgados declarando sobre el origen y la gestión de su patrimonio. Y lo que es más grave, un informe del Banco de España que ya alertaba años atrás de la conducta de un ex ministro de Hacienda que escondía su patrimonio al fisco y que no podía probar el origen de su fortuna, de ida y vuelta, en paraísos fiscales. Hasta ahora, habíamos visto a  Rodrigo Rato (en la imagen) acusado por las preferentes, como otros banqueros, donde hubo abusos pero era un producto forzado que pudo haber resultado estupendo (aunque no fue así). Luego, por la quiebra de Bankia, cuando lo cierto es que aquello fue una operación mitad financiera y mitad política. Más carnaza para la fiera. Por último, le habíamos visto pegado a las tarjetas negras, una verdadera chorrada, habitual en todos los bancos y que no fue la causa del desastre de Bankia. Incluso, hubo conspiración política contra Rato por parte de aquellos a quienes más favores había otorgado como, por ejemplo, Francisco González. Lo de la OPV también ha sido una filfa, aunque ahora hayan cedido. Durante todo ese tiempo, los próximos de Rato le han apoyado. También los que saben cómo se manipula la realidad. Ahora bien, cuando ya las acusaciones apuntaron hacia el origen de su fortuna claramente marcada por la obsesión por evitar a Hacienda y que hacían buenas las eternas acusaciones a su familia (especialmente al fallecido Moncho y a su cuñado), todo el mundo se ha sentido decepcionado y le han dado la espalda. Rodrigo Rato pudo serlo todo, también presidente del Gobierno. Ahora le va a costar mucho lavar su imagen. Con su caída, no del poder sino de su imagen, termina también el Aznarismo, porque todo induce a pensar que Rajoy tampoco durará mucho. Una pena. Eulogio López eulogio@hispanidad.com