Cristina Cifuentes esta muerta pero ella no lo sabe y quizás por ello se dedica a Chantajear a Mariano Rajoy: si me dejas caer te vas a enterar. Pero lo cierto es que el presidente ya la tiene amortizada desde que estallara el escándalo. Entre otras cosas porque en cuanto pierdes el poder, el teléfono deja de sonar, los micrófonos se alejan de tu boca y las cámaras de TV de tu rostro.

Además, la presidenta madrileña es hija del marianismo: pensamiento débil, cinismo respecto a los principios morales, una ética que consiste en no acabar en los tribunales –como si eso bastara- y une economía basada en impuestos altos y ataques a la propiedad privada y, con ello, a la libertad individual. Eso es el marianismo y Cristina constituye un ejemplo señero de marianismo.

¿Íñigo Errejón por Cristina Cifuentes? ¡Pues vaya mejora anticorrupción!

Ahora bien lo más grave de todo los casos de corrupción que permiten sobrevivir al triste periodismo español del momento, consiste en que, en España, la presunta lucha contra la corrupción se ha convertido en la hipocresía y en el más formidable lavado de cerebro de la nación española. Ejemplo: que Íñigo Errejón, el hombre que sangraba a la universidad mientras se dedicaba a la loa del tirano Hugo Chávez, pueda sustituir a quien ha mentido por un trabajo de fin de curso en un master, tiene narices.

Es como cuando la crisis de Bankia sólo tuvo reflejo en la chorrad de las tarjetas de dirección mientras la clave de todo el desastre, los créditos dolosos, no han tenido sino un paso fugaz por los tribunales. Pero es que lo de las tarjetas para comprar lencería galvaniza a las masas, mientras que las multimillonarias pérdidas provocadas por los créditos dolosos resulta algo un poco más difícil de comprender.

Las corruptelas tienen más éxito popular que la corrupción

Y un lavado de cerebros nacional. Hombre, Cifuentes ha hecho cosas mucho peores que no hacer un trabajo fin de carrera, pero una alumna de master no puede poner en solfa el prestigio de la universidad pública española. Por cierto, ¿es tan grande ese prestigio?

En resumen, las corruptelas tiene más éxito popular que la corrupción y encima generan una gran hipocresía.

En ello estamos, Lionel.