Benedicto XVI, el Papa emérito, cumple 91 años este lunes. Dicha efeméride llega cuando sus valores no negociables en política están más en peligro que nunca por el Nuevo Orden Mundial (NOM) en multitud de países, entre ellos, encontramos España y Argentina -patria del actual Pontífice-. Vamos, que no le gustaban a la masonería internacional.

Se trata de cuatro valores fundamentales: el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común. Así lo indicó Benedicto XVI, siendo Papa, en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, concretamente en el punto 83 (Coherencia eucarística).

Benedicto XVI señaló que “el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe”. “Esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales”, los cuales no son negociables, añadió.

Al menos, Benedicto XVI sufrió una conspiración

Por ello, “políticos y legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana”, subrayó en esta exhortación firmada en febrero de 2007. Claro que tristemente, políticos y legisladores han pasado bastante de este texto en multitud de países, algo que el NOM aprovecha para ganar ventaja con propuestas, como: el aborto, el matrimonio homosexual o la ideología de género.

Benedicto XVI fue Papa entre abril de 2005 y febrero de 2013, cuando sorprendió al mundo anunciando su renuncia por su avanzada edad (entonces, 85 años). Conviene recordar que su pontificado no fue tranquilo, muchos le criticaron por ser conservador e incluso sobrevoló la idea de una conspiración. De hecho, el cardenal Godfried Danneels -que renunció en 2010- reconoció en una biografía suya la existencia de un grupo de cardenales que desde 1996 confabularon para controlar la sucesión de San Juan Pablo II e impedir que se eligiera al cardenal Joseph Ratzinger, según Infocatólica.

Conocido como grupo de Saint-Gall, lo formaban: los cardenales Carlo Mario Martini, Achille Silvestrini, Walter Kasper, Karl Lehman y Basil Hume y el obispo Adriaan Van Luyn. Con la elección de Benedicto XVI, el grupo decidió oponerse y preparar la sucesión del alemán, un comportamiento prohibido por el Derecho Canónico.