• Los juegos semánticos entran en escena en el juicio al ex presidente de la andaluza.
  • Echenique guarda las formas: no instó la salida pero dijo a Benjumea que con él nada de ampliación.
  • Para Borrell no hay duda: el Santander exigió "quitar a Benjumea", a pesar de la confusión "entre mantener y retirar".
  • Paradojas: parece como si se quisiera olvidar que Abengoa tenía una agujero de 9.000 millones.
Que el Santander jugó un papel esencial durante la Abengoa no sólo es ninguna sorpresa, como tampoco lo es que Rodrigo Echenique, presidente de Santander España (en la imagen), declare ante el juez que no confiaba en Felipe Benjumea. Por eso tiene su gracia que Echenique diga que no instó su cese, al tiempo que ha añadido que si Benjumea seguía al frente "era imposible que progresara" la ampliación de capital de 650 millones, anunciada por sorpresa en agosto de 2015. Ha sido durante el juicio en la Audiencia Nacional sobre las cuantiosas indemnizaciones que recibieron Benjumea y el exconsejero delegado del grupo, Manuel Sánchez Ortega (11,5 y 4,5 millones, respectivamente). Ahora bien, en el mismo plató, Josep Borrell, que ha declarado en calidad de testigo, ha sido menos sutil. Para el entonces consejero de Abengoa, el Santander exigió "quitar a Benjumea", aunque ha recurrido a la ironía para explicar que "en este país hay una confusión dialéctica entre mantener y retirar", en referencia a la ampliación de capital. Otra cosa es, como ya hemos informado, que Benjumea se irá de rositas, básicamente porque el bufete DLA Piper ató todos los cabos en su finiquito para blindar esa decisión ante futuras acusaciones, como la de administración desleal. Por ese motivo tiene su lógica, también, que Echenique haya querido aclarar que el Santander no intervino en las "condiciones económicas" de las indemnizaciones, porque el Santander estaba en otras cosas, por los riesgos asumidos en la empresa, al tiempo que la entidad jugó un papel clave en el proceso, entre otras cosas porque lideraba el steeting committee (comité ejecutivo) para negociar. Ahí estaba también Caixabank, Bankia, Popular y Sabadell. Dicho de otro modo, el banco de Ana Botín se jugaba mucho dinero desde que estalló la crisis en Abengoa (verano de 2015) y el baile de suspenses ante el abismo de la empresa que siguió después. Algunas pinceladas: la negociación con Gestamp, a cambio de la inyección de liquidez, del mismo modo que, a finales de diciembre de ese año, el Santander retoma el mando y es el único banco dispuesto a salvar al grupo, mientras para el resto el concurso de acreedores es inevitable, lo que obligaba a cobrar lo que se pudiera, con quita incluida, sin capitalizar deuda. Echenique se ha limitado a explicar lo que ocurrió en esos meses críticos, con mensajes incluidos a Benjumea de que cualquier solución apara el grupo son sería con el dentro, por la "falta de confianza en su gestión" de los acreedores bancarios. Por supuesto, el ex presidente de la tecnológica tomó nota para hacer "lo más conveniente" para Abengoa. Vamos, que a Benjumea no le quedaba otra, que es lo que ha dicho, a su manera, Josep Borrell, remarcando que la exigencia que forzó la salida de Benjumea fue "una barbaridad" por la incertidumbre que provocaba, después del acuerdo entre los bancos y la familia Benjumea para la ampliación de capital. Es, en fin, dentro del guión marcado, la misma versión que mantiene el propio Benjumea, que optó por retirarse por el "el bien de la sociedad". Parece como si no tuviera importancia que Abengoa tenía entonces una agujero de 9.000 millones de euros. Rafael Esparza