• Por eso, sigue estancado en intención de voto desde julio, según un estudio demoscópico al que ha accedido Hispanidad.
  • Y de paso, refuerza las alternativas de la derecha económica: Soyara, presidenta, y Rivera, vicepresidente.
  • Ciudadanos se acerca a los dos grandes partidos, pero a costa del PSOE: desde el 27-S, le ha 'robado' más de un millón de votos.
  • Sánchez baja en expectativas por su discurso sobre la reforma constitucional, demasiado teórico y con más dudas que respuestas.
  • El escenario es muy incierto: en muy poco tiempo han cambiado en orientación en el voto más de dos millones de personas.
Una cosa son las encuestas que periódicamente se van publicado por los medios de comunicación y otra, singular y tal vez más valiosa, la lectura que hacen de esos mismos datos los equipos de sociólogos y consultores. Hispanidad ha tenido acceso a uno de esos informes, elaborado por un prestigioso estudio de sociólogos y consultores, del que se pueden extraer varias conclusiones, todas interesantes. Entre ellas, que Rajoy es, a estas alturas, sobre todo una rémora para el PP; que Ciudadanos se ha nutrido hasta ahora de los votos al PP, pero comienza a pescar en el caladero del PSOE, y que Podemos se sostiene en su caída, pero no remontará, fundamentalmente porque ha perdido ya cerca de un millón de votos declarados (clave en la lectura de las encuestas electorales). La más importante, en cualquier caso, antes de pasar a mayores, es que todo pivota ahora mismo en torno al partido de Albert Rivera. Y eso, a su vez, no se engañen, incendia el debate interno en la derecha económica española, que coincide -como pintan las encuestas- en el desgaste de la figura del presidente del Gobierno, aunque discrepan sobre las salidas del entuerto. Por un lado, están los empresarios que defienden que la mejor opción es que Rajoy ceda el testigo a Soraya Sáenz de Santamaría, con Albert Rivera como vicepresidente del Gobierno. No llegaría de inmediato, como es lógico, sino después de las elecciones, y dependiendo siempre del resultado (si Rivera barre, el presidente será Rivera). Esa alternativa se sostiene sobre la hipótesis de que el ganador de las elecciones será el PP, pero con una mayoría tan exigua que necesitará a Ciudadanos sí o sí. Y así las cosas, Rivera pediría la cabeza de Rajoy por aquello de la imprescindible regeneración democrática, y a la sesión de investidura se presentaría Soraya, más joven y no tocada por la corrupción. Otros empresarios, sin embargo, prefieren directamente que la rotación en el centro derecha sea de partidos, no de personas. De momento, sólo FG, presidente del BBVA, se ha decantado abiertamente por esa opción. El guiño de llamar por teléfono a Albert Rivera para una primera toma de contacto es suficientemente ilustrativo. Recuerden que estamos hablando de FG, el banquero del PP y amigo personal de Rajoy cuando ocupó la Moncloa. Vamos ahora con la lectura de las encuestas. Queda claro que Ciudadanos está fuerte en intención de voto, en efecto, pero no tanto como se apunta en los sondeos. Ha arañado, también, un buen puñado de miles de votos a los dos principales partidos, pero desde las elecciones catalanas, sobre todo, al PSOE (más de un millón de sufragios). Sin embargo, no se acerca a ellos en la proporción que se apunta en los calentones mitineros. La distancia es todavía grande. Las encuestas que miran con lupa los expertos, todo hay decirlo, son las realizadas por Metroscopia  para El País, que apuntan desde hace tiempo a un protagonismo ascendente de Ciudadanos, hasta el punto de poder tener la llave del gobierno que se forme tras el 20-D. La última, publicada este domingo, 1 de noviembre, da un paso más y resume en titulares que pelea a tres para la victoria -entre PP, Ciudadanos y el PSOE- y a ese escenario añade una cierta recuperación del voto de Podemos, después de meses perdiendo fuelle. Pero Podemos, en efecto, también para los expertos, se ha desgastado, como señalaba antes, en su punto más fuerte: cada vez menos personas dicen abiertamente que les votarían. El voto a esa formación ha dejado de ser un castigo contra el adversario. El ascenso de Ciudadanos ha ido a más tras los comicios catalanes. Gracias a la representación lograda y a la imagen se están haciendo con un importante botín de sufragios del centro izquierda, del mismo modo que antes se hicieron antes con los del centro derecha. Esa es la tendencia, en efecto, que muestra el epígrafe "intención directa de voto": Ciudadanos ha pasado del 8,3% (septiembre) al 11,2% (octubre) y alcanza el 13,9% en noviembre. El avance, por tanto, superior al 5%, equivalen, como decía, a más de un millón de votos. ¿De dónde le llegan esos votos?: esencialmente del electorado socialista, que ha descendido en intención directa de voto y en un solo mes del 13,6% al 12,1%. En otras palabras, Rivera tiene más éxito con su discurso, pegado a realidades concretas, que Sánchez con su insistencia en la reforma constitucional para encajar a Cataluña con el resto de España. Para los votantes, el mensaje de Sánchez se interpreta más como una obsesión política, y plantea, paradójicamente, tantos interrogantes como dudas siembra. En plata, a Sánchez se le escapan muchos votos a Ciudadanos, aunque siga conservando su feudo entre los directamente afectados por el estado del bienestar (jubilados o jóvenes sin empleo) y en las ciudades intermedias. El nicho que tenía en las grandes urbes se ha ido desplazando a Ciudadanos, que irrumpe con más fuerza gracias a su estrategia en las redes sociales. Eso, respecto al PSOE. Bien, ¿y qué pasa con el PP? La situación del partido de Rajoy se resume en una palabra: estancamiento. Desde julio se ha estabilizado en un 15,4% en intención directa de voto y no se ha movido de ahí. Tiene, además, sobre la mesa, los peores pronósticos. La conclusión, por tanto, brota por sí misma: los populares no han acertado con su electorado y la mayoría de votos en fuga desde 2012 se asientan cada vez más cómodamente en Ciudadanos. Así las cosas, en la mente de los sociólogos pesa con cada vez más fuerza la intuición de que el principal problema del PP es precisamente su candidato: Mariano Rajoy, y en eso coinciden con los empresarios antes citados. Del mismo modo que a Sánchez le perjudica su discurso, a Rajoy le perjudica que mande tanto en el Partido Popular y que se presente como el principal valedor del PP, el hombre capaz de protagonizar la remontada electoral que necesita paga ganar las elecciones. Con todo, el PP sigue en primer lugar en intención de voto y en voto probable declarado, pero fundamentalmente por la debilidad del PSOE. El escenario, por tanto, es más incierto que nunca. Lo normal en un país como España es que a medida que se acerca la cita en unas elecciones generales, la gran masa de votantes comience a moverse hacia los dos grandes partidos. Esta vez, sin embargo, no es así, y la mejor prueba está en el ligero retroceso del PSOE y el estancamiento del PP. Según las encuestas y en sólo dos meses, hay más de dos millones de votantes que han cambiado su intención de voto, lo cual hace muy complicado cualquier pronóstico.  En otras palabras, la volatilidad en la intención de voto o de voto declarado es extraordinaria. Quedan casi dos meses para las elecciones. El desenlace, el 20-D. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com