Sr. Director: El domingo 10 de diciembre era conferido el Premio Nobel de la Paz a la Campaña Internacional para abolir las armas nucleares. Lo recordó el papa Francisco a la hora del Ángelus en Roma: "Tal reconocimiento tiene lugar en coincidencia con el Día de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos y esto subraya el fuerte vínculo entre los derechos humanos y el desarme nuclear. De hecho, empeñarse por la tutela de la dignidad de todas las personas, en modo particular de aquellas más débiles y desfavorecidas, significa también trabajar con determinación para construir un mundo sin armas nucleares. Dios nos dona la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común: tenemos la libertad, la inteligencia y la capacidad de guiar la tecnología, de limitar nuestro poder, al servicio de la paz y del verdadero progreso (cfr. Carta Encíclica Laudato si, 78, 112, 202)". En cierto modo, los derechos humanos relacionados con el medio ambiente y el cuidado del planeta, como la mayor parte de los incluidos en la que suele llamarse "tercera generación", son antes obligaciones éticas generales que derechos exigibles de modo semejante a los de primera generación. Estos suelen incluirse en la parte dogmática de las Constituciones modernas, al menos desde la mexicana de Querétaro en 1917. Así en la española, los del capítulo II, exigibles en recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. En todo caso, tienen amplísima legitimidad, frente a demandas proclamadas por grupos de presión ideológica que reflejan deseos y no propiamente derechos, excepto cuando son admitidos eventualmente por alguna legislación o por sentencias de tribunales, como el de Estrasburgo. Como se ha recordado estos días en Italia por quienes rechazaban la ley sobre el fin de la vida y el biotestamento, "los derechos sirven para la vida, no para la muerte". Coinciden con la jurisprudencia del tribunal europeo de derechos humanos, que no reconoce ningún "derecho a la muerte". Domingo Martínez