Sr. Director: El 25 de diciembre de 1991 se desplomaba el régimen político más despótico y duradero de Europa, el régimen comunista de la URRS. La imagen de Boris Yeltsin, denunciando la conspiración de las fuerzas reaccionaria de la nomenclatura del PCUS, subido a un tanque, dio la vuelta al mundo y supuso  el fin del comunismo violento y terrorífico. El encargado de llevar a buen término una reforma imposible desde dentro del régimen estalinista, fue un hombre de partido, Gorbachov, que pese a sus intentos de reestructuración y transparencia fracasó de forma estrepitosa. Mientras en Rusia se le considera en traidor en Occidente es admirado por lo que no fue: un reformador imposible del sistema comunista soviético. En el hundimiento moral y espiritual del comunismo tuvo gran importancia Juan Pablo II, su elección  como papa, fue vista en la URRS, como un peligro el régimen. Juan Pablo fue una víctima tanto del nazismo  como del comunismo, sufrió en su propia persona una especial persecución y descalificación. Nunca recurrió a fomentar la violencia, como le acusaban los comunistas temerosos de su gran personalidad, y sí a defender la dignidad de la persona frente al despotismo violento tanto nazismo como del comunismo. Su visita a Polonia fue clave para la fundación del sindicato solidaridad, a cuyo frente estaba Lech  Valesa,  un astuto sindicalista que legó a ser presidente de Polonia.  Por primera vez los obreros se levantaban como el comunismo. Sería sin embargo Boris Yeltsin quien firmó la desaparición del URSS, desmantelando la estructura política rusa fundamentada sobre la nomenclatura del Partido Comunista y liberalizando la economía, algo que fue aprovechado por astutos excomunistas  para enriquecerse lo que fomentó la corrupción. La muerte de Yeltsin en 2007 fue un acontecimiento impresionante, por primera vez desde 1894 un  jefe de estado ruso desde el zar  Alejandro III, fue enterrado con una ceremonia según la brillante liturgia ortodoxa Rusa. Hoy Rusia está gobernado Vladimir Putin, sospechosamente descalificado por Occidente, mientras el pueblo ruso lo vota en elecciones libres de forma sorprendente y reiterada. Fidel García