Sr. Director: Bajo la temerosa cautela de que había que evitar que utilizase el victimismo y que no se sintiera mal, acomodamos a aquel ser en nuestro hogar, en una de las partes mejores de nuestra casa. Le brindamos nuestro cariño, le vestimos con la ropa más lujosa de que disponíamos y le convidamos a nuestro mejor pan, intentando satisfacer su insaciable voracidad. Pero nunca se mostraba agradecido, nunca estaba contento; siempre reclamaba más. Y lo que antes le ofrecíamos como regalo en señal de generosidad, quitándoselo incluso a nuestros hijos, ya lo exigía como un derecho y nuestra obligación. Hoy el monstruo ha crecido en tamaño, insatisfaccion y odio; tanto que hasta amenaza con robarnos la parte de nuestro hogar donde le acogimos y criamos, destrozando así nuestra casa. Pero pese a todo, seguimos temiendo que utilice el mismo victimismo con el que lleva chantajeándonos desde la primera y torpe ocasión en que se lo consentimos. Miguel Ángel Loma