Sr. Director: La reciente entrega en Toledo del premio internacional Abdullah, por parte del presidente de Castilla-La Mancha, ofreció una imagen llamativa porque una de las personas premiadas subió a recogerlo oculta en un burka. Imagen que se justifica si nos detenemos a valorar las ventajas que ofrecería a nuestra civilización occidental la extensión del uso público de esta prenda; pues permitiría que cualquiera que se revistiese con ella -mediante precio o gratuitamente-, nos sustituyese en aquellas enojosas obligaciones que no nos apeteciera asumir. Pero donde el burka alcanzaría sus más altas cotas de satisfacción, sería como indumentaria emblemática de la cultura de género y de todas esas creativas doctrinas que nos explican que los seres humanos no somos ya hombres y mujeres, sino que -como en la Canción del Legionario- cada uno será lo que quiera y nada importa su vida anterior. Enfundados todos y todas en burkitas, se acabarían por fin las odiosas diferencias machistas, represoras, fascistoides  y heteropatriarcales, que clasifican y discriminan brutalmente en Occidente a las personas según su sexo y aspecto externo. ¡Con el burka, todos iguales! Quizás previendo esta futura conquista social, se explique que nuestra selecta casta progresista, tan ávida siempre en escandalizarse por cualquier cosilla, haya permanecido tan calladita e indiferente ante la bochornosa situación como la ofrecida por alguien con un burka recibiendo un premio en Toledo. Miguel Ángel Loma Pérez