Sr. Director: Existe un tópico generalizado y convertido en leyenda urbana, incluso en ambientes clericales que sostiene: un cristiano responsable con su Fe puede optar con su voto por la implantación de una sociedad socialista incluso marxista, una especie de cristianos por el socialismo. Pero esta opción no puede ni debe fundamentarse en las exigencias del Evangelio ni en la doctrina Teológica, sino que debe basarse en un análisis estrictamente técnico, económico y social. Es decir, se ha de comprobar y verificar si la sociedad socialista es superior  en su capacidad para lograr más  libertad, más justicia social y  mejor distribución de la riqueza que la sociedad  basada en la economía social de mercado, como es el modelo actual de la sociedad española. La experiencia histórica demuestra que las sociedades en la que se ha experimentado el socialismo real, la libertad, la justicia social y la distribución de la riqueza han sido más deficientes  que en las sociedades en las que el modelo económico es el contrario. Una cuestión muy importante además de la económica es la de las libertades de expresión educación y  el derecho fundamental a la libertad religiosa, derecho que nunca ha sido reconocido ni de jure ni de facto en los países en donde la dictadura del proletariado y la lucha de clases ha sido considerados como motores de la historia. En España algunos partidos social-comunistas están logrando  que la libertad religiosa y el respeto las creencias de los españoles sean  vulnerados de forma sutil  pero constatable. La iglesia Católica es hoy objeto de ataques en ciertos medios de comunicación  y por  políticos que se autoproclaman progresistas sean de derechas o de izquierdas. Que el socialismo real  no haya sido históricamente la mejor opción política, y que históricamente hay más libertad económica,  cultural, educativa y más justicia en la economía de mercado, no quiere decir que un cristiano consciente  acepte sin más los defectos que presenta un liberalismo a ultranza, relacionados con la pobreza y la desigualdad social y económica, sino todo lo contrario, debe comprometerse en sus opciones con aquellas medidas que tiendan a paliar los efectos de unas políticas que se fundamenten en la  mano negra del mercado sin ninguna intervención del estado para paliar sus efectos. El cristiano tan poco puede fundamentar en este caso su opción política ni el Evangelio ni en la Teología. Ni el socialismo, ni el liberalismo pueden  apropiarse  del Evangelio para imponer su particular visión de la política, porque  el Evangelio no es una ideología, como pueden  ser los manifiestos liberales o socialistas, sino una forma de existencia fundamentada en las Bienaventuranzas que no son un programa político. Las grandes encíclicas sociales de los últimos Papa como las de San Juan Pablo II  Centesimas  annus, o la reciente del papa Francisco, Laudato Si, se han distanciado tanto del capitalismo como del socialismo como  formas excluyentes de organizar la sociedad. Fidel García