Sr. Director: Si esos magníficos jugadores que se han lucrado mucho y merecidamente vistiendo la camiseta de la selección española de fútbol, consideran que ante conductas tan injuriosas como lo sucedido en la Final de la Copa del Rey contra dos símbolos de la nación: el Rey y el himno, han de permanecer al margen de cualquier pronunciamiento, ¿por qué dicen que sólo les preocupa lo meramente deportivo, y que cada uno puede expresar lo que quiera, lo más lógico sería que devolviesen los millonarios ingresos obtenidos (incluidos los publicitarios) por representar a un país que no merece en su defensa ni siquiera un mínimo de sus gestos? Porque si les concedemos que su preocupación es meramente deportiva, tendrán que concedernos ellos que ya han sido, y siguen siendo, muy bien retribuidos en honores, gloria y fama deportiva; e incluso también económicamente, porque el reconocimiento de sus victorias con la Selección se ha reflejado en su valoración, cotización profesional y generosas fichas. Quede pues para ellos toda la gloria que han cosechado por sus triunfos con la Selección; pero una gloria limpia del polvo y la paja del vil metal. Lo cual nos plantea la cuestión de qué destino habría que darle a toda esa pasta que ganaron con la Selección y que ahora seguro que devolverán. Y no cabe destino más idóneo que dedicarlo a indemnizar a los niños y familias de castellanoparlantes que padecen la discriminación lingüística en Cataluña por la antipática e inconstitucional imposición de la lengua catalana en las escuelas; que es el modo más eficaz de hacer odiosa una bella lengua. Sólo cabría una excepción entre estos afectados, por no necesitarlo: la familia de Messi, cuya hermanita pequeña Marisol tuvo que regresar en el 2000 a Argentina, «porque en la escuela le hablaban en catalán y lloraba» (Messi dixit). Miguel Ángel Loma Pérez