Sr. Director: Las personas con tendencias homosexuales fuertemente arraigadas deben ser acogidas "con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta", se lee en el punto 2358 del catecismo de la Iglesia Católica. Refrescada esta enseñanza, pienso que cabe recordar de nuevo algo que es importante distinguir: el sacerdocio no es un derecho, nadie adquiere el derecho a ser ordenado. En esto se distingue de otros sacramentos, el fiel bien dispuesto que reúne los requisitos y pide un sacramento (el matrimonio, la penitencia, etc.) tiene derecho a recibirlo, sería una injusticia si no se le administrara. Denegar el sacerdocio a un varón con tendencias homosexuales no es discriminación. Se daría discriminación si hay un derecho. A esto alude la Santa Sede en el documento de 2005, en el n. 3, donde habla de llamada de Dios y discernimiento, y literalmente dice: "El solo deseo de llegar a ser sacerdote no es suficiente y no existe un derecho a recibir la sagrada Ordenación". Para ser sacerdote, además de la llamada, se debe reunir una serie de aptitudes, condiciones, etc. Pasa igual en otras circunstancias de la vida. El que es buen jugador de fútbol soñará con pertenecer a un equipo de primera, pero quizás no reúne todas las capacidades para ello. Lluis Esquena Romaguera