Sr. Director: Se impone al creyente la necesidad de volver los ojos al designio creador de Dios, sintéticamente descrito en el libro del Génesis, que "confía el mundo y la historia a la alianza entre el hombre  y la mujer". Frente a tantos rasgos del actual individualismo narcisista, esa alianza "implica cooperación y respeto, entrega generosa y responsabilidad compartida, capacidad de reconocer la diferencia como riqueza y promesa, no como motivo de sumisión y abuso". De ahí la correlación entre familia y sociedad: si las cosas van bien entre el varón y la mujer, también el mundo y la historia irán bien. En caso contrario, el mundo se hará inhóspito y la historia se cerrará en sí misma. Estos días, las familias cristianas, en sus visitas a los cementerios y en su oración por los difuntos, protagonizan un momento especial de solidaridad entre las generaciones, de espíritu de comunión, aportación grande a la unidad y concordia de la familia humana a través de los tiempos. La belleza de la experiencia cristiana de la familia es un gran motivo de inspiración para toda la Iglesia, que enseña el amor de Dios por la familia dentro de su misión de amor hacia todas las familias del mundo: "la Iglesia -que se reconoce como pueblo familiar- ve en la familia el icono de la alianza de Dios con toda la familia humana". Se comprende que san Pablo lo presente a los Efesios como un gran misterio, casi identificado con el de Cristo respecto de su Iglesia. El proyecto divino sobre la humanidad es un gran tesoro, capaz de fundamentar una audacia renovada al proponerlo hoy a los hombres, aunque no olvidemos que -también con san Pablo a los de Corinto, como recuerda Francisco-, llevamos ese tesoro en vasos de barro. Pero sin resignarse al pecado, porque existe la gracia. De ahí la gran invitación del papa a sostener el diseño creador a toda costa, cada vez con una mayor cercanía a la gente, porque "el vínculo inquebrantable de la Iglesia con sus hijos es el signo más transparente del amor fiel y misericordioso Dios". Enric Barrull