Sr. Director: En su edición del día 9 de diciembre, Le Monde publicó una extensa entrevista con el biólogo Gilles Bœuf y el demógrafo Hervé Le Bras. La síntesis es que el futuro de la humanidad no está comprometido por el crecimiento demográfico, sino por el desperdicio de agua y alimentos. Le Bras recuerda que las situaciones en el mundo son muy diferentes: "alimentar la angustia de una demografía galopante es una manera cómoda para los países del Norte de no cuestionar sus modos de vida y consumo. Al incriminar a los países del Sur que tienen más hijos, los países ricos les dicen en realidad: ustedes no tienen derecho a contaminar o consumir tanto como hemos hecho nosotros". Estadísticamente, el crecimiento demográfico será muy diferente de unas regiones a otras. En el continente americano la fertilidad ha disminuido casi en todas partes, tanto en el norte como en el sur; curiosamente, el país líder es la Guayana Francesa, con 3,4 hijos por mujer. En África será distinto, pero desde puntos de partida muy reducidos: la densidad de población en el sur es de diez habitantes por kilómetro cuadrado. Y Le Bras aporta otro dato diferencial: tanto en África como en Asia, las mayores tasas de fertilidad se dan en países inestables o en guerra... En definitiva, el medio ambiente del planeta no depende del control de la natalidad. Como tampoco la falta o la ineficacia de programas antinatalistas es causa de pobreza en los países en vías de desarrollo. Ya en la Conferencia de El Cairo de 1994 se puso de manifiesto que esa equiparación tiene carácter ideológico: no hay razón científica que justifique ese tipo de programas por parte de los estados y organismos internacionales que, por otra parte, pueden tener efectos perversos, como se ha comprobado con la política del hijo único en China. Al cabo, ningún país ha salido de la pobreza por el control de la natalidad. Más bien puede ser un freno, como indica el envejecimiento de la población en tantos lugares. Suso J.