Sr. Director: El acoso sexual, a juzgar por lo que hemos oído estos días, está por todas partes. En el trabajo, en la política, también en la relación entre las parejas donde en no pocas ocasiones no se respeta la libertad de la mujer. Sabíamos que hay países de Oriente como la India donde la inviolabilidad sexual está muy lejos de haberse logrado. Pero ahora debemos abrir los ojos a lo que sucede en un mundo en el que teóricamente la mujer había conseguido un alto grado de liberación. Ni cierto refinamiento cultural ni una arquitectura jurídica que tutela los derechos subjetivos nos ha salvado de unas relaciones de poder en la que muchas veces los varones consideran a la mujer como un objeto obligado a satisfacer sus instintos. El reto es tan serio que exige salir de prejuicios ideológicos y buscar el modo de educar a jóvenes y adultos en el respeto a la libertad y dignidad del otro. Y esto exige sinceridad sobre los patrones de conducta que genera una sociedad todavía machista y muy consumista. La persona concreta nunca es un objeto de consumo, siempre tiene una dignidad inviolable. Nuestra cultura tiene agujeros negros. Jesús M.