Sr. Director:

Ante la blasfemia producida en Santiago durante los últimos carnavales solo me animo a añadir una consideración a los promotores de tal blasfemia, en este caso, repito, a la producida en Santiago de Compostela.

El diablo no tiene ninguna misericordia, y no anima a nadie a arrepentirse, es siempre cruel y quiere tenerlos siempre a su lado: que le vendan el alma. A quien sigue sus inspiraciones les suele pagar con su gran “magnanimidad”: la sonrisa en el momento de la blasfemia le encanta premiarla con un llanto eterno.

Y Dios, aunque se ofenda a su Madre y a su Apóstol, perdona siempre a los que se arrepienten y le piden perdón. Espero que se arrepientan algún día.