Sr. Director: El fenómeno se advierte también estos días en los debates entre las diversas tendencias feministas ante una condena del machismo, que se aproximaría a cierto varonicidio. Recuerda la pugna por el lenguaje inclusivo, como si la gramática, heredera en esto del latín, fuera sexista. Hasta el punto de que, en Francia -donde por cierto existe una agencia editora especializada en escritura inclusiva-, una circular del primer ministro, publicada en el diario oficial, la excluye expresamente en los textos jurídicos administrativos, así como la concordancia de proximidad en los adjetivos de sujetos de ambos géneros. En esto, coincide con el criterio del secretario perpetuo de la Academie, Hélène Carrère d'Encausse (se niega a feminizar su cargo). Al cabo, no faltan lingüistas que describen una forma neutra del masculino... Y la Gramática de la Academia Española, de 1931, describía los géneros masculino, femenino, neutro, epiceno, común y ambiguo. No me manejo bien con la nueva, aunque reconoce al masculino como "género no marcado". Más grave es, sin duda, lo que C.S. Lewis designó en 1960 con un neologismo: el verbicidio, asesinato de una palabra, por el cambio de su significado con un uso distinto del sentido anterior. Así está sucediendo, por ejemplo, con el término matrimonio, que se utiliza para realidades distintas a las del viejo y sabio derecho romano. Se increpaba a los políticos con el res, non verba. Pareciera que hoy, a falta de hechos, se empeñasen en imponer palabras. Manuel C.