Sr. Director: La que suscribe ha tenido la gracia de recibir la llamada de Dios como Numeraria del Opus Dei y la de haber recibido con enorme gratitud aquellas campanadas de San Josemaría, nuestro Fundador, en los años 70 del siglo pasado. Nuestra razón de vida es y sigue siendo la Iglesia de Jesucristo, pero sin los medios informativos de ahora, apenas nos percatábamos de los peligros que la asaltaban. Fueron tiempos  de un vivir al tanto del dolor del Padre que motivó las tres campanadas, que siendo aún muy jóvenes encendían el corazón en plegaria continua y en reparación. Aquellas líneas de amor fiel a la Iglesia no podían leerse sin estremecimiento y pena, pero conscientes del aviso de Jesús: mis palabras no pasarán, aunque pasen el cielo y la tierra. Tuvimos aquellas cartas varios años a nuestro alcance para llevarlas a la oración, para que fueran motivo de penitencia, de apostolado continuo, de trabajo santificante y santificador como nos enseñó nuestro fundador. Hoy sé que la tercera campanada está al alcance de quien desee leerla. Ignoro si se ha publicado extraoficialmente, pero la han llamado profética y lo es. San Josemaría no imaginó que saldría a la luz pública porque Dios lo ha querido y estoy segura de que removerá muchas almas que desean ser fortes in fide. No es hora de paños calientes. Y como mexicana, pude unirme a la oración de San Josemaría ante la Virgen de Guadalupe en aquella novena de mayo de 1970, en la que ese hijo de Nuestra Señora vino a rogar por la Iglesia porque ya no sabía qué más hacer. El centro de la Obra en el que vivo está a unos minutos de la Basílica, a petición de San Josemaría, desde que dejó México, no faltan hijos suyos a los pies de la Virgen Morena de Guadalupe. Elena Melgarejo